No tendría nada de extraño que fuera María quien enseñara a escribir a su hijo Jesús. Como nada hay escrito, esto queda a la imaginación y, acaso, a la piadosa contemplación de una callada plegaria.
Sin embargo, en las vísperas de la beatificación de Juan Pablo II no hace falta mucho de lo uno o de lo otro para mirar con “otras gafas” y darse cuenta de la decisiva intervención mariana en la caligrafía vital de este papa épico.
Algo habrían hablado los dos desde hacía tanto tiempo, para que el sacerdote Wojtyla eligiera para su escudo episcopal aquel dardo incendiario: “Totus tuus”. Todo tuyo. La Madre de Jesús, y también nuestra, aceptó aquella entrega que se hizo persistente, creciente e ininterrumpida. Y por ahí anduvieron los dos: el uno, probablemente por donde la otra le decía.
Luego, ya ese Papa “venuto da un paese lontano”, se nos mostró como un gigante de la comunicación, de la fe, del trabajo y un imbatible campeón de amor a María.
Comenzó en el primer viaje a América visitando Nuestra Señora de Altagracia (Santo Domingo 25/01/1979) y no terminó: veinticinco años después estaba con Ella en Loreto (05/09/2004).
Por en medio, 105 viajes que le llevaron a contemplarla allá por donde iba: de Guadalupe al Rocio, de Luján a Nazaret, de la imagen negra de Einsiendeln (Suiza) a Czestochowa (Polonia) y a Knock (Irlanda).
Entonces, ¿dónde están esos renglones torcidos de María? Pues, por ejemplo, en aquel zigzag que la Señora de Fátima consiguió dibujar con una bala asesina que buscaba una línea más recta para terminar con Juan Pablo II, precisamente un 13 de mayo de1981.
Va a empezar mayo 2011 con otro renglón mariano y polaco. Será cuestión de verlo con otros ojos, pues las gafas 3D no ven estas cosas. Los terroristas, gracias a Dios, tampoco.
José Ángel Domínguez Calatayud