Leo a Cristina en Facebook y hago click en “me gusta”; su texto alaba un artículo “las tendencias han muerto, viva el estilo” (http://www.trendencias.com/). Le escribo un comentario de Coco Chanel: La mode se démode, le stylo jamais.
Termino el día en el Blog Sytle & Substance del Washsington Street Journal que llama la atención sobre el abuso del adjetivo “traditional”: Titula Untraditional advice: “¿Han notado que todo es tradicional en estos días, incluso las cosas que han nacido ayer? En los últimos tres meses, se ha utilizado tradicionalmente y tradicional 750 veces. El tiempo se ha acelerado tan rápidamente en nuestra era de Internet que las cosas parecen hacerse tradicionales o históricas durante la noche”. Sugiere el autor que mejor se utilicen adjetivos como “Normal, former, usual and conventional”. Entre los casos de uso abusivo del término “traditional” subraya éste: “They’re ditching the traditional BlackBerry-or-nothing policy and allowing a wider range of mobile devices«.
En nuestra lengua el abuso del adjetivo “clásico” es bastante visible. ¿Qué es un clásico hoy?
- El clásico partido Nadal-Federer. Pero si el tenista español ¡lleva sólo 10 años como profesional!
- Una avería del portátil. Se dice: “ha tenido la clásica avería del servidor”. ¿Cuántos años tiene el invento del ordenador portátil? ¿El primero fue el Osborn de 1981?
- Un canción de rock: leemos sobre “la clásica canción de Mojinos Escozios”: la primera canción del grupo de Mollet del Vallés –Barcelona- se escuchó en 1994.
Es así, no es cosa de juzgarlo. Con todo, resulta fascinante ver que tradicional y clásico no son términos tenebrosos, sino atributos de excelencia en el marketing de algunas marcas. Le dan caché al sustantivo. Los productos están enfermos de «caducidad»: son por esencia efímeros… «como pompas de jabón».
Por eso, los términos con arraigo – ¡¡con raíces!! – parecen revestirlos de consistencia y permiten esperar que algo tenga fuerza para enardecer, para reparar y para lanzar a la esperanza una creación, un proyecto o calzar un par de Jimmy Choo -¡un clásico!-. Por cierto, la propia firma de zapatos, creación de aquel joven malayo residente en Londres y que adquirió fama gracias a Vogue y a la fabricación de los zapatos de Lady Diana de Gales, va a ser adquirida, probablemente, por Labelux. Pagarán 600 millones de euros. ¡Ah, el euro!, la clásica moneda europea.
José Ángel Domínguez Calatayud
2 respuestas a Estilo & Consistencia: adjetivos para la esperanza