Tenemos menos buen humor, porque tenemos menos humildad y una inteligencia bien pequeña. Nuestras palabras carecen de fuerza porque no responden a un comportamiento vivido antes por dentro que fuera. Las organizaciones – también las personas – tenemos la tentación de sobrecargar el lenguaje. También en la vida práctica; también en las normas y reglamentos. Y todo, tantas veces, sin un atisbo de simpatía y fortaleza. Sonriamos.
Por otro lado, observamos un debilitamiento de la entereza frente a la adversidad cotidiana. No me refiero a las tragedias por catástrofes naturales, ni al dolor de las víctimas del terror y otros tipos de violencia. Tampoco a la situación lacerante de la pérdida del trabajo o de la empresa, ni a la pobreza extrema que está clamando al cielo.
Estoy pensando en esas contradicciones que nos presenta el vivir y el vivir en sociedad, en roce con los colegas. Estoy pensando en reveses de fortuna que asoman en las biografías personales y en las trayectorias institucionales. Pienso en la sobrerreacción, la acción espasmódica frente al estímulo, la frase justificatoria rica en superficialidades que huye del problema y de arrostrar, con personal responsabilidad y sobriamente, la medida correctora.
La palabra escueta, sencilla y poderosa, es una herramienta que puede mejorar el humor y servir para hacer también fuertes a los demás. Podemos dar la vuelta a nuestra visión negativa y modificar el ambiente, y reanimarlo con nuestro buen humor: ganar cada hoyo.
Para reírnos de tanta flojera y falta de virilidad, traduzco, tal y como me las envía una buena amiga desde el Reino Unido, unas Reglas del Richmond Golf Club de 1940, para ordenar el juego durante los ataques y bombardeos sufridos en la Segunda Guerra Mundial. Más abajo pego el original.
RICHMOND GOLF CLUB. REGLAS TEMPORALES 1940
1.- Se ruega a los jugadores que retiren las esquirlas de bomba y metralla para evitar que provoquen daños en las segadoras.
2.- En Competición, durante el tiroteo o mientras caen bombas, pueden los jugadores ponerse a cubierto sin penalidad por dejar de jugar.
3.- Las posiciones de bombas de acción retardada están marcados con banderas rojas a una distancia de seguridad razonable, aunque no garantizada, de las mismas.
4.- Las esquirlas de metralla y/o bomba en la calle o en Bunkers que estén a la distancia de un palo respecto de la bola, pueden retirarse sin penalidad; tampoco se incurre en penalidad si la bola se mueve accidentalmente por tal motivo.
5.- Una bola movida por acción del enemigo puede ser remplazada, o si se extravía o es destruida puede droparse otra, sin penalidad y no más cerca del hoyo.
6.- Una bola que reposa en un cráter puede, sin penalidad, ser levantada y dropada no más cerca del hoyo y conservando la línea con éste.
7.- Un jugador cuyo golpe resulta afectado por la simultánea explosión de una bomba, puede jugar otra bola desde el mismo lugar. Penalidad: un golpe.
Nota1: Agradezco a ODG el envío de la reproducción del original de 1940 que vemos aquí:
Nota 2: El Richmond Golf Club está orgulloso de ser el primer campo de Gran Bretaña en que jugó en 1975 un hasta entonces desconocido Tom Watson, ganador del Open Británico ese mismo año y en 1977, 1980, 1982 y 1983, y del Masters de Augusta (1977 y 1981) y del Open de EE UU (1982).
Jose Ángel Domínguez Calatayud