“I have learn to be even more patient” había dicho hace tiempo Roger Federer. Con permiso presunto del gran campeón Rafa Nadal incluyo hoy al campeón suizo en esta segunda entrada en mi Libro de Aclamaciones.
No faltan razones, con forma de virtudes, para aclamar a Roger Federer, más allá de su palmarés tenístico. Profesional desde 1998. Ese año estaba en el puesto 301 de la ATP; seis años después estaba en el número 1, en el que permaneció durante 287 semanas, de ellas 237 seguidas, que le sitúan en la primera plaza de esta particular cuenta. Ha ganado 16 títulos de Grand Slam: Open de Australia (2004, 2006, 2007, 2010), Roland Garros (2009), US Open 2004, 2005, 2006, 2007, 2008), Wimbledon (2003,2004,2005,2006,2007,2009). Para saber más de él me gusta la web http://rogerfedererthebest.blogspot.com/.
Entre tantos motivos para la aclamación elijo tres: magnanimidad, elegancia y comunicación de la propia marca.
1.- Magnanimidad es “grandeza y elevación de ánimo” (RAE) o aquella fuerza que “inclina a acometer obras grandes, espléndidas y dignas de honor” (A. Royo Marín). En este sentido un lugar en las antípodas de la mediocridad que se opone tanto a la presunción, la ambición (procurarse honras o dones indebidos) y la vanagloria como a la pusilanimidad (dejar de actuar por cobardía o humildad mal entendida). Roger Federer aspira constantemente a desplegar todo su potencial de juego para ser número 1. Sabe que hay dificultades y, derrotado por el jugador español, no se arruga y dice “Podría entrar en mi mente. Podría empezar a pensar, ‘no puedo jugar contra de este tipo’, su juego no se adapta a mí. Podría comenzar a aceptar el hecho de que he estado perdiendo contra él, pero eso sería una mala cosa para mí”.
2.- Elegancia que vemos reflejada en la cancha y fuera de ella. Roger tiene un juego variado pero sencillo, sin adornos ni florituras innecesarias, que recuerda a otros campeones y artistas por su eficiencia y armonía, como Zidane en el fútbol o el maestro Bienvenida en los toros. No hay un movimiento de más; no hay ningún exceso de energía superflua. Y lo mismo en la calle. Andrea Agassi llegó a decir de él que “he’s a real person. He’s not an enigma. Off the court he’s not trying to be somebody. If you met him at McDonald’s and you didn’t know who he was, you would have no idea that he’s one of the best athletes in the world”. Te puedes comer una hamburguesa a su lado sin darte cuenta de que estás ante uno de los más grandes. De hecho, él es consciente de la fragilidad de toda posición destacada: “I can’t stay No. 1 for fifty years, you know. We’ll see what happens”, afirmaba Roger allá en lo alto, esperando lo que la vida pueda ir dando en cada instante.
Comunicación de la propia marca. No sólo ha optado asociar su nombre, mediante patrocinio, a marcas del mayor prestigio y en el High End de sus segmentos: Credit Suisse, Gillette, Jura, Lindt; Mercedes-Benz, Nationale Suisse, Netjets, Rolex y Wilson – su proveedor de raquetas-, sino que además proyecta su misma identidad lanzando su propia marca. Desde luego la humildad no está reñida con ser uno mismo; de hecho y como vacuna ante una hipótesis de artificiosa rivalidad entre Nadal y el suizo, éste cortó por lo sano: «él está contento de ser Rafa, yo de ser Roger».
Así que aquí tenemos un logo de elegante factura, con una evocadora grafía muy atractiva de estilo Rolls Royce y en la línea conceptual de su sponsor de prendas deportivas Nike.
Todos ellos deudores de la Victoria de Samotracia (Niké Apteros) o Νίκη της Σαμοθράκης.
José Ángel Domínguez Calatayud
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