Hoy tocan las alabanzas merecidas. Tengo un amigo que a poco que una institución funcione por encima de las expectativas, enseguida se acerca al mostrador que corresponda y con tono serio y formal – y un silencio de suspense antes de la última palabra de la frase – solicita: “Deme, por favor, el Libro de… aclamaciones”.
Puedo asegurar que en hoteles, restaurantes, compañías aéreas, gasolineras, oficinas del INEM, hospitales y hasta en kioscos encontraremos hojas de reclamaciones, cuaderno de queja o instancias de protesta. Pero no he encontrado nunca un buen “Libro de Aclamaciones”. ¿Es que no esperamos nunca una sorpresa agradable? Estamos llenos de derechos, y algunos, por nuestro “status”, gozamos de privilegios en el trato y en las atenciones. Con esa base, cualquier cosa que salga muy bien no nos parece relevante. Somos “Cesar Imperator” y nos lo merecemos todo al «high top» o, simplemente, ni nos damos cuenta de que antes de ese servicio a un simple mortal como usted y como yo – que hoy es y mañana no es – se emplean recursos, dinero, estudios, errores y nuevos ensayos, para que esta comedia, esta vida de sueño sea para nosotros un viaje sin pesadillas.
Cuando algo, un servicio al público funciona mal las hojas de reclamaciones deben rellenarse, porque no tenemos ningún derecho a permitir, por dejadez, que no se atiendan con esmero las cosas. ¡Cuidado con esto! Porque so capa de tolerancia mal entendida hay sitios donde se maltrata al cliente o, lo que es peor, porque no hay otras administraciones, se perjudica al contribuyente sin que se corrija una deriva que acaba dañando a otro y a la imagen del país.
Sin embargo, más eficaz que tirar piedras es dar abrazos al que lo hace bien. Aunque sean esos abrazos sin contacto de una sonrisa, de escucharle la frase entera sin interrumpirle o este del que hoy escribo: el Libro de Aclamaciones. También vale la carta al superior del servidor público.
Tengo en mi bolsillo el resguardo de mi aclamación de hoy, escrita en el mostrador del Servicio al Cliente de Atocha. He tenido que corregir un poco el impreso oficial y donde dice “Descripción de la reclamación”, he escrito “Descripción de la ACLAMACIÓN” y a continuación el siguiente texto “Deseo felicitar por su diligencia, eficacia (100%) y amable trato a las personas que atienden “ATENCIÓN AL CLIENTE”, especialmente a Fernando, al haber resuelto el extravío de mi máquina de fotos”.
Me gusta escribir y hablar, pero daría la mitad de mi reino por saber pintar, y poder retratar aquí la cara de alegría, los rostros llenos de honrado orgullo de las empleadas que me veían redactar y han recogido finalmente mi sincera aclamación.
Puede decirse que poner los medios para que yo recuperase mi máquina de fotos era su deber. No lo discuto, pero no se me negará que reconocer con esta sencilla “cruz al mérito en el trabajo de hoy”, abre esperanzadoras expectativas de nuevos éxitos en las próximas batallas laborales y de servicio de estos infantes, de estas hermosas infantas.
Además, no debo ocultar que mi «subidón» de agradecimiento era deudor de menos honrosos estímulos: mi católica y augusta esposa milita en esa parte de la Humanidad que no lee nunca mi blog, por lo que todavía desconoce este incidente de la Nikon que, primero, es suya; segundo, no sé manejar y tercero, sobre ella, antes de salir esta mañana de casa, me advirtió amable, expresa y textualmente: “ten cuidado con ella, cariño, no la vayas a perder”.
José Ángel Domínguez Calatayud
3 respuestas a Libro de Aclamaciones: Servicio al Cliente de AVE