Cae la tarde. Termina el verano laboral para más de medio país. Mi amigo en la orilla y yo charlamos de estrategia. Él es mi preferido capitán de navío. Curtido, pasea junto a mí con los hombros morenos y sobre ellos medio enrollada una toalla. Le cuento cosas de comunicación en la empresa. Él parece mirar el horizonte, como si hubiese avistado un mástil amigo en aquella nube que va con retraso.
Luego me concreta cosas de la Batalla del Golfo de Leite: II Guerra Mundial, barcos americanos y japoneses. El grueso de fuerza de los primeros abandona la vigilancia del Estrecho de San Bernardino donde se habían hecho fuertes para seguir una fuerza naval enemiga de importancia lejos de la costa. Lo cierto es que esa no era de la peligrosidad esperada, pero mientras seguían aquel señuelo, sus portaviones pequeños y otros buques amarrados se vieron sorprendidos por las mejores naves niponas. Las tácticas de unos y otros se pueden leer en este link que es un buen resumen de aquel imponente combate.
El almirante Kurita, estuvo a punto de dar un severo golpe en la más importante batalla naval de los tiempos modernos. Pero un error de dimensionamiento cuando dos de sus naves perseguían a restos de la escuadra americana cambió el curso de los acontecimientos: Kurita sorprendentemente se replegó cuando tenia en la mano la victoria. ¿Qué había ocurrido? Copio: “Kurita no podía ver lo que ocurría. La maniobra evasiva que el contraataque torpedero estadounidense les había obligado a realizar, había dejado a los acorazados muy atrás y separados de los cruceros. Está claro que Kurita no llegó a darse cuenta de la debilidad de la fuerza de portaviones que la fortuna le había puesto en su camino, y la tomó por muchísimo más poderosa. Bajo esta impresión, a las 12:36 se dio la vuelta y puso la proa hacia el estrecho de San Bernardino…Después de la guerra, Kurita dijo como disculpa válida el estado de agotamiento mental y físico en que lo habían sumido aquellos tres días abrumadores”.
Ciertamente la tensa fatiga y el agotamiento no es infrecuente causa de decisiones desacertadas, pero, además, “Hoy – continúa mi capitán de navío- las cosas son de otro modo, porque la comunicación te da mejores elementos para la decisión”.
Hablamos de la importancia de compartir los buenos diagnósticos, de protocolos en la información y de seguridad.
“Sí –concluye – es importante el mensaje y el ACK”. Le pregunto qué es el ACK y me lo explica: es codificación de las tres primeras letras del término inglés acknowledge, es el acuse de recibo, la conformidad de que el destinatario ha recibido el mensaje. Para más detalle se puede abrir este link.
Me quedo pensando y le comento que en todas las comunicaciones esa es una parte vital. De hecho, pese a que muchos actúan de otro modo, realmente no hay verdadera comunicación si las partes implicadas no están enteradas del contenido y comparten su relevancia y el conocimiento de las consecuencias de lo que conocen.
Todos hemos experimentado alguna vez que no sirve para nada -que no es comunicación – manifestar: “yo ya se lo he dicho”. En la realidad tecnológica actual si el terminal es eficiente ACK significa “mensaje recibido y es correcto”.
Si el almirante Kurita hubiera podido recibir este mensaje respecto a la verdadera situación del navío americano perseguido, el curso de la Batalla del Golfo de Leite hubiera sido, con toda seguridad otro. Si ahora cuando comienza el trabajo, no somos capaces de “quitar la arena” veraniega de nuestros radiotransmisores en la empresa estaremos perdiendo oportunidades de avanzar y de ser competitivos, y lo peor es que esta pérdida evitable tiene causa en no compartir objetivos, metas y procesos. Y recibir el perfecto ACK.
La comunicación se basa en estas premisas sin las cuales tenemos pretextos, pero no textos; tenemos gestos de asentimiento, pero no instrucciones comunes; tenemos gente, pero no equipo alineado. Está en nuestras manos.
José Ángel Domínguez Calatayud
2 respuestas a ACK