Golf y vida diaria (2. Reponer)

El Golf es como la vida. En el Golf lo que se reponen son las chuletas (divots). Las chuletas reciben este nombre por su semejanza con las de comer (las de Bérriz, por ejemplo). Se trata de un trozo de hierba que la cabeza del palo arranca de la uniforme superficie verde de la calle del hoyo como consecuencia directa del golpe del jugador. Un buen golpe levanta necesariamente una buena chuleta, en función del efecto que se desea producir a la bola pellizcándola más o menos. Para Harvey Penick, ilustre profesor de golf, la chuleta perfecta tiene el tamaño de un billete de un dólar (The perfect divot is a dollar bill size).

Recuerdo que la mejor de todas las esposas quedó horrorizada ante lo que para ella era a todas luces una acción ruinosa, pues el palo arrancaba la hierba, destrozando unos centímetros de la alfombra de la bermuda cortada al ras, dejando una oquedad ocre de muy feo aspecto. Fue vano mi intento de explicarle que no pasaba nada, que era algo usual tanto en jugadores profesionales como amateurs y que todo volvía a su ser, ya que el jugador repondría la chuleta en su prístino origen e, incluso, la apisonaría algo para lograr que encajase y quedara todo perfecto.

Pero reponer una chuleta tiene, además del nada despreciable efecto estético, dos efectos en otros tantos órdenes: el botánico (o de jardinería) y el de fairplay o de respeto a los jugadores.

Si una chuleta del campo de golf se repone con presteza, cabe, en algunos casos, que el trozo extraído por el swing arraigue donde estaba, lo que no es pequeño beneficio hacia la Naturaleza.

El efecto práctico es el de la corrección o norma de etiqueta en el campo. Reponer es volver a poner. Equivale a dejar las cosas como estaban antes de la acción, en este caso, la legítima agresión a la yerba. Al hacerlo, ya se ve que el que viene detrás, intentando ser certero con el palo y la bola, no va a encontrar más contrariedades que las que ya tiene el propio golf, sin necesidad de ayudas. Si no se repone la chuleta es posible (y según Murphy, seguro) que alguna bola botará en el hueco dejado por chuleta produciendo un bote no querido por el jugador. También, y esto es seguro sin acudir a Murphy, alguna bola acabara reposando en la profunda huella de la chuleta y su indignado propietario se acordará de árbol genealógico del que no reparó, ya que deberá jugar – salvo regla local de invierno que permita colocar la bola no más allá de un tarjeta de donde reposa en la calle – deberá jugar, digo, desde tan inconfortable situación.

Como vemos estamos ante un claro ejemplo de que la etiqueta sirve para el bien de la convivencia. Hacer la vida más fácil a los demás: no añadirle a la jornada nuevos sinsabores.

En la familia, en la ciudad, en la empresa surgen a diario decenas de ocasiones en las que lo que hay que hacer es, simplemente, reponer.

Por ejemplo el doméstico cuarto de baño es un lugar en el que reponer (papel, pasta de dientes, jabón) facilita mucho la convivencia.

La ciudad es, por así decirlo, un campo sin fin del reponer, actividad que los ciudadanos suelen dejar a las autoridades y servicios públicos: desde el ajardinado de parques hasta el alumbrado público, pasando por los cubos de basura, todo tiene, más temprano que tarde, que ser repuesto. Veremos ahora qué pasa en los próximos meses donde tantas arcas públicas sí que necesitan que se les repongan los euros gastados.

Pero es en la empresa en la que pasamos gran parte de nuestra vida donde la actividad de reponer puede entrar en desfallecimiento y dar de bruces contra el suelo de la cortesía o el deber para compañeros y clientes: Veamos lista no exhaustiva de ejemplos de reposición eficiente:

  • La ruptura de stocks por una mala planificación de la reposición de estantes, cuesta a los clientes tiempo, y a nosotros, si no lo arreglamos, nos puede costar la pérdida de esos clientes de por vida.
  • En la fotocopiadora, cuando se nos acaba el papel, la solución cívica no es ir a buscar otra con papel, sino reponer en ésta los folios para terminar el propio trabajo y dejar sobrante para el que venga.
  • Papeles alrededor de la papelera no es lo mismo que papeles dentro de la papelera; esta máxima lo sabemos quienes vimos de pequeños «Barrio Sésamo«; echarlos dentro contribuye a la estética del local y al respeto debido al trabajo de las personas de la limpieza. Conocí en otra vida un director que iba por la fábrica agachándose y recogiendo papeles para dejarlos en la papelera más cercana: buena pedagogía.
  • La fama ajena también necesita ser repuesta cuando con un comentario de ligereza hemos acusado a un colega de una conducta indebida.
  • Debe ser repuesto, también, el humor del lugar de trabajo, arrancado de raíz por afilada cara de la mordacidad, el más cruel de los palos. Una sonrisa y quitar importancia a lo que no la tiene repone un tono profesional y un ambiente grato.
  • Por último los dirigentes pueden echar un ojo a ver si hay alguien que ocupa una posición inferior a sus capacidades y, en su caso, reponer a esa persona en el lugar que le corresponde.

Una última similitud entre el golf y nuestra vida: en el golf los profesionales saben mirando la huella de una chuleta hacia dónde fue el golpe. Nosotros, con un poco de atención podremos saber los efectos de nuestros actos «escuchando la huella» en los otros.Consejo:Primero dar – reponer –, luego pedir.

 

 

 

 

 

José Ángel  Domínguez Calatayud

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