El Golf es como la vida, también en los manners, en los modales, que cada uno tiene y que, por cierto, nacen en el corazón, pero se cultivan con la educación desde la primerísima niñez. Una vez una ciudadana yanqui preguntó a una señora de Inglaterra: “Mi Lady: ¿Ustedes cuando comienzan a dar esta perfecta educación británica? ¿A los cinco años de nacer?” Mi Lady, mirándola por encima de la montura de sus gafas, le respondió: “No, mi querida Señora: quince años antes de nacer”.
El término fair play designa el buen espíritu deportivo, la deportividad o el juego limpio.
En el caso del golf adopta expresiones muy concretas perfectamente explicadas en el artículo que sobre esta voz – fair play– figura en Wikipedia. Es realmente una buena síntesis, de la que yo gloso sólo los siguientes ejemplos:
1º) El saludo respetuoso a los compañeros, ver Golf y vida diaria (1. El saludo)
2º) En el green, reparar los “piques” (mark balls), rastrillar las trampas de arena (bunkers) -de lo que escribiré otro día – y reponer chuletas de lo que ya escribí; ver Golf y vida diaria (2.- Reponer). Cuando juego con Jose Antonio M, en cada green, además del suyo repara uno o dos “piques”. Es un honor.
3º) Observar en todo momento un comportamiento leal con los compañeros de juego, evitando engaños y trampas. Antes de ayer, mientras atacábamos el fácil hoyo 8 de mi Club, mi compañero de partido me contaba acerca de un personaje, no diré el nombre, hombre de gran prestigio por su alta competencia profesional y por su realmente bajo hándicap, que le confesaba que había dejado de jugar al golf cuando se percató de que cada vez era más inusual que los jugadores amateurs se asistieran de un caddy, ya que, decía, al ser quien lleva la tarjeta donde se anotan los golpes, era impensable que se anotasen menos golpes. Tal corrupción me gustaría pensar que no se da hoy, pero no pretendo exhibir tanta ingenuidad.
4º) Respeto al reglamento y a las decisiones de los árbitros, sin quejas de inmaduro.
5º) Serenidad ante la adversidad de un golpe errado o de una capricho del destino, como que, tras un decente golpe con el putter, la bola blanca decida ejecutar un baile alrededor del hoyo y tras ejecutar una “corbata” (vuelta burlesca alrededor de su destino), se quede mirándote justo al borde del hoyo en irritante actitud pasiva, sin llegar nunca a entrar en él. Serenidad, digo, incluso si esto ocurre en tres hoyos seguidos. Me ocurrió hace una semana en el Club de Golf de El Rompido (en el difícil recorrido Sur) y puedo asegurar que el temple acerado de un caballero, puesto a prueba por el cruel Sino, sale fortalecido del lance y los compañeros jugadores edificados y alegres de jugar con un señor (o dama) capaz de hazañas titánicas. No es fácil ver esto hoy en los links desde que alguien confundió democratizar (sic) el golf con invasión de toda grosería y vulgaridad. He llegado a ver personas arrojando el palo al suelo con ira y violencia por fallar green a 80 yardas. ¡Increíble! ¿Verdad?
En la vida diaria, en la empresa, estamos ante similar situación:
Fair play es puntualidad en el trabajo: las 8 horas son las 8 horas.
Fair play es algo totalmente opuesto a hacer de plañidera porque tengo que hacer un viaje, porque llueve, porque hace sol, y, menos aun, por esa reciente especie de dolencia para indolentes pomposamente llamada stress postvacacional.
Al Fair play se opone el hábito de aprovechar el lugar y la hora de trabajo para hacer la compra, comunicarse profusamente en Wassup o navegar por páginas web, incluso si no son pornográficas.
Fair play es procurar ser competente y competitivo para dar buenos resultados. También en Golf: no querer jugar con determinación contiene un punto de flojera impropia de una dama o caballero con fair play. Los trabajos se entregan a tiempo y acabados y no es correcto pensar en que “el que venga detrás que arree” o “que me aguanten como soy”.
Fair play es felicitar con discreción una buena decisión de un directivo o un acierto de otro compañero. Great shot!
En mi contacto con buenos profesionales y excelentes golfistas me han honrado con un comportamiento en el que el criterio de actuación parecía ser “primero Dios, después los demás y finalmente yo”. Eso sí que facilita el juego social y deportivo.
Lealtad, humildad, fortaleza y buenas maneras porque, como dice la mejor de todas las esposas, la cortesía es un perfecto sucedáneo de la caridad cuando ésta falta. Para una convivencia duradera es mejor un handshake que un shark-jaw. Isn’t it?
José Ángel Domínguez Calatayud