Lord Jones estaba vivo

¿Carisma?, ¿Comunicación? ¿Poder mediático?: Periodismo y Opinión Pública. Estos son apuntes de urgencia del encuentro de agosto 2011 Madrid, la JMJ, de quien quiere, con este motivo, escrutar a las personas, sus capacidades de comunicación, los públicos y los tiempos.

Lo primero: la verdad, es la ley de la profesión periodística. Es su trabajo y, a veces su cruz, pero si se desvía de esa ley se corrompe y el producto que salga de su pluma se pervierte, produciendo la náusea en los espíritus cultivados o la intoxicación, más o menos apreciable, en el cuerpo social, en la opinión pública. El periodista americano fallecido en 1974 Walter Lipmann lo decía de esta manera: “No puede haber una ley superior en periodismo que decir la verdad y avergonzar al diablo” (“there can be no higher law in journalism than to tell the truth and to shame the devil”).

Evitar tratar informativamente igual a los desiguales: llama la atención que algunos profesionales de los medios (o sus jefes) den igual o incluso más espacio a cuarenta personas que injurian, que insultan y que calumnian que a millón y medio de jóvenes que se reúnen a la vez alegres, cantando bajo la lluvia junto a un anciano sabio que les ha convocado, y qué él mismo renuncie a escapar y prefiera estar con ellos bajo los rayos y los truenos. Para comprender ese periodismo me he refugiado en otra antigua pluma americana, Charles Anderson Dana:when a dog bites a man that is not news, but when a man bites a dog that is news”. Hacer noticia de que el perro muerde al hombre sólo puede responder a ganas de fastidiar o a la escasa libertad del periodista que para comer él tiene que dar de comer a su jauría.

 

Otra tentación que se presenta es la de preferir la propia opinión a la noticia y, por tanto, retorcer el titular para que diga lo que la foto desmiente. En algún caso se ha ocultado incluso la foto, pues tanta evidencia apabulla. Acudo al editor Lester Markel: “lo que ves es noticia, lo que sabes es criterio, lo que sientes es opinión” («what you see is news, what you know is background, what you feel is opinion»).

 No es nuevo que la Buena Noticia moleste a algunos que, sin embargo, con fe ciega siguen, a éste sí, a Marshall Macluhan: “the real news is bad news”. El problema se produce en la colisión interior del profesional cuando se enfrenta a una realidad incontestable, de centenares de miles de jóvenes de 192 países que conviven, cruzan risas, se abrazan, rezan silentes ante el Santísimo Sacramento y se encuentran buscando juntos ese futuro y esa verdad que los hace libres. Escuece, pero el profesional puede, he visto casos, apelar a su honestidad para decir lo que ve, con los colores que se ven, en la dimensión que es patente. Y aquí me acerco a otro gran comunicador, Juan Pablo II: “La peor prisión es un corazón cerrado”.

4500 medios acreditados son muchos profesionales de la información, se mire como se mire, y significa varias cosas como que el molde de que este papa no es mediático se ha roto; como que con carisma o sin carisma dos millones de personas pasan todo el calor del mundo sin moverse para acoger el mensaje del sabio de 84 años; como que hay contenidos de extraordinaria profundidad dichos por Benedicto XVI con la sencillez atrayente con la que los destilan su fortaleza interior su capacidad intelectual y una humildad casi visible en sus pequeños ojos. Esos ojos que casi lloran al ver la respuesta sin odios, de amor y de esperanza de Madrid 2011. Podríamos acabar proponiendo a los comunicadores: ¡sed periodistas! ¡No os avergoncéis! Y contad lo que vuestros ojos ven y lo que vuestros oídos oyen y contadlo también a los que ni saben y a los indiferentes, no en vano, en palabras de GK Chesterton, “el periodismo consiste en gran parte en decir que Lord Jones ha muerto a personas que ignoraban que Lord Jones estuviese vivo” («journalism consists largely in saying Lord Jones died to people who never knew Lord Jones was alive«).

 

 

 

José Ángel Domínguez Calatayud

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