Sonrisas robadas

ABC de Sevilla de hoy, 18 de agosto ha tenido la amabilidad de publicar un texto mío del que dejo constancia más abajo para los que no son lectores de ese diario. El texto hace a referencia a una fotografía publicada ayer que también reproduzco en esta entrada.

Si el día 17 de agosto le han pasado a D. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, la prensa y ha visto la foto que ocupa tres cuartos de la página 8 de ABC de Sevilla, se habrá acordado de la anécdota que pude escucharle cuando me invitaron, hace ahora año y medio, en Córdoba a una reunión con cientos de personas jóvenes y mayores. Contaba el prelado sobre una señora sorda como una tapia, que se acerca a un confesionario y ante la rejilla empieza a desgranar sus faltas. Al cabo de un rato, al no oír nada se asoma a la parte frontal donde contempla divertida que no había cura y abandona la iglesia riéndose para sí de su propio despiste. Al día siguiente volvió y se le acercó otra mujer que le dio las gracias. “¿Por qué?”, preguntó. ”Pues, porque ayer, yo tenía dudas de confesarme y al verla salir a usted tan contenta del confesionario me he decidido yo también”. Esta es la anécdota aunque, claro, nada textual.

Lo que sí responde a la realidad es que la confesión, el sacramento de la penitencia, es cualquier cosa opuesta a algo triste o tenebroso. Y aquí, la foto de ABC que roba dos sonrisas en el Parque del Retiro de Madrid, nos da veraz testimonio de la piedad alegre. Tomada de lejos con buen teleobjetivo se ve al sacerdote revestido con alba y estola, sentado, escuchando atento, mientras apoya su mano izquierda en la frente y recogido en una pacífica y amplia sonrisa. Al otro lado de la mampara del vanguardista confesionario una joven mujer, con un vestido blanco y rosa, permanece de rodillas, inclinado su flequillo de corta melena rubia al lado izquierdo, y deja ver su perfil con una sonrisa, casi risa sencilla, de niña que sabe que su padre siempre le perdona. Como comunicación visual emociona este mensaje gráfico que explica, sin necesidad de más palabras, la alegría y la tierna paz que nace del corazón de Dios Padre cuando suelta al alma –“ego te absolvo…”- de la atadura que le impide volar alto, alto.

Etiquetas: , , .

Los comentarios están cerrados.