El primer ministro británico, David Cameron tuvo ayer una entrevista en BBC Radio 4 (reproducida en parte por la prensa británica: Times, The Guardian, BBC News) en la que, en referencia los jóvenes y aun niños que protagonizaron los actos vandálicos de agosto, dijo: “así que para mí el amor firme lo resume todo, eso es lo que necesitamos” (“So to me tough love sums it up, that’s what we need). Se refirió a continuación a una actuación sistemática en 120.000 familias que son la clave para atajar la situación de degradación que sufre el país.
No voy a detenerme aquí en cómo el Reino Unido y el gobierno de Su Majestad afrontan el problema tremendo – 120000 familias son muchas y tampoco son todas – de una degeneración social que cristaliza en violencia desatada y en locura colectiva.
Me parece relevante, sin embargo, que la reflexión alcance la altura de todo un primer ministro de uno de los principales gobierno del mundo. Hay que dar vueltas a cuál es el déficit de nuestras sociedades de consumo, de marginación, de superficialidad y corrupción de los ideales hasta dejarlos en un chute, una maquinita, un coche o una noche de alcohol y sexo… a veces solo alcohol, mucho alcohol, para no verse uno así mismo y no pensar.
¿Pensar? En muchos casos en las Islas y en el Continente se ha vaciado el cerebro de niños y jóvenes de la facultad de pensar. Sólo importa sentir y ese sentir es un “sentir yo”. Individualismo pendiente abajo del desprecio del otro y de ahí al crimen sin castigo. ¡Cuidado que no todos eran marginados sociales! En la entrevista también le preguntaron a Cameron por la violencia de miembros de la «drinking society», Bullingdon Club de la Universidad de Oxford de la que es socio el propio PM. «We all do stupid things when we are young and we should learn the lessons», respondió.
Algún G8 o G20 podría dedicarse con “firme amor” a ver dónde está el fallo, porque el elevado número de personas sin educación (no digo sin título) tiene que hacerles pensar.
¿Pensar? Sí, amigos, pensar acerca de Londres, pero también acerca de París, Estocolmo, Madrid, Amsterdam… Revisar los casos de suicidios de jóvenes directivos y profesionales, las precoces rupturas familiares, la ocupación permanente de espacios públicos y, en fin, la tristeza radical de occidente.
Tough love, no me parece mal sino se confunde – que no hay por qué – con palo y tente tieso. Sí al tough love, cuando se parece al del buen coach, si se asemeja a la tarea de esos terapeutas que con paciencia, con ternura, pero sin ceder un milímetro exigen al paciente un metro más de andadura, que duele, pero que construye.
Firmeza amorosa, como la esposa que calla, pero consigue poco a poco sacar adelante la familia, tragando unas lágrimas que -por amor- no se puede permitir. Amor fuerte como el de la novia que guarda su pureza, como la de esa estudiante que mira el horizonte de una oposición que le ayude a construir un mañana con su amor de toda la vida.
Los medios de comunicación, en especial el cine y los guiones de series televisivas tiene aquí una oportunidad increíble para que este barco cambie el rumbo y no rompa por la amura de su juventud contra los témpanos de “Todovale”, “Nadiemerecelapena”, “Only-I-for-me”, que se desplazan por el frío estrecho de Relatifland.
Compasión sí, pero de todo el ser, del de ahora que ansía y del que será en un futuro. Ternura sí, mucha: pero cuando el deber está cumplido. Caricias, distracciones, emociones todas, todas las que le acompañen a ser un prudente, justo, generoso, leal y autoexigente ciudadano (ciudadana) que progresa haciendo progresar a otros.
Si la Historia juzgase a nuestra sociedad con severidad implacable no será por el mal bien hecho, sino por el bien mal hecho.
José Ángel Domínguez Calatayud