El Golf es como la vida diaria en muchos aspectos. Uno de ellos es el green, esa superficie en la que acaba cada uno de los 18 hoyos de un campo, donde nos lo jugamos todo. En la vida social equivale a esas partes de nuestra jornada en las que actuamos de cerca, donde nos jugamos mucho en movimientos muy cortos: entrevistas y reuniones.
El green es la parte del recorrido que rodea inmediatamente al hoyo y tiene principalmente dos malditas particularidades en sus 550 m² de superficie media:
Primera: en él la hierba está cortada extremadamente corta (2,5-3,2 mm.) para que la bola corra cuando con el palo (putter) se ejecuta golpe (putt) al que hay que imprimir la velocidad precisa porque, como en el juego de las siete y media, o te pasas o no llegas.
Segunda: a la hora de imaginar ese pequeño territorio, los diseñadores de campos de golf hacen gala, por lo común, de una enfermiza aversión a la horizontalidad perfecta, convirtiendo el green en un mar de dudas y asiento de toda zozobra para los jugadores. Las superficies de los greens presentan inclinaciones que las bolas, obedientes siempre – y solo – a la fuerza de la gravedad se empeñan en coger alejándose del hoyo. Volveremos sobre esto.
Al decir que ahí nos la jugamos, señalamos otras dos cosas: el putt es el golpe directo al hoyo por lo que el margen de error se estrecha. Mientras un golpe en el tee de salida o en la calle permite en multitud de ocasiones un golpe de recuperación que subsane el error, en el green no hay tal. O embocas o tienes un golpe más: el de vuelta. La segunda cuestión se refiere, precisamente a que cuentan lo mismo (valen igual) un golpe de driver de JB Holmes que tiene establecido su récord en 318, 41 yardas (291,14 m.) que un putt mío –es un suponer- de 5 pulgadas (unos 15 cm). Cada uno de ellos cuenta como un golpe.
Por eso vemos a los profesionales dar más vueltas al hoyo que un enamorado a la reja de su amada. Pues, ¿de qué te sirve haber cogido green de dos golpes si tu bola, impulsada por el putter se niega tercamente a acabar en el hoyo de 108 mm de diámetro?
Los profesionales y amateurs se preocupan, con razón, una y otra vez en cada green de ver cuál es la velocidad del green –para darle más o menos fuerza- y cuál es la caída (break), es decir, qué inclinación hay en el espacio que separa la bola del hoyo, hacia dónde y con cuánta inclinación se presenta ese recorrido, esa línea ideal.
Para no liar más el asunto, baste decir que a todo lo anterior hay que sumar la sensibilidad del propio jugador, es decir cómo descifra él la velocidad y caída con la única clave que tiene: su mente de jugador experimentado, y contando con la presión que sufra por lo determinante del golpe y el ansia que esto le produzca. Con ello el cerebro dará la orden a las manos que ejecutarán el golpe. Más detalles técnicos en “leer el green”.
Se entiende ahora por qué dice mi amigo Antonio M. que el Golf lo inventó un escocés una noche de tormenta durante la cuál , en pleno insomnio, pensó en cómo perturbar la calma de la humana especie.
También se entiende cuánto se parecen un green y una reunión de empresa. Los asistentes y el ambiente que se crea son ese hermoso tapiz donde desplegar nuestra habilidad y así modular nuestra actuación cercana con empatía para acomodar nuestra conducta a la mayor efectividad del acto:
1) Mediremos la Velocidad de la reunión y de los presentes para comprenderlos y hacernos entender: cuáles son sus compromisos; dónde están las resistencias; ¿la reunión es “cuesta arriba” “o cuesta abajo? ¿Estoy cerca o lejos de la solución? ¿Cuántas pulgadas? ¿Intento embocar de uno o me aproximo para rematar con un modesto golpe muy corto pero eficaz? En una reunión nos la jugamos por eso tendremos en cuenta que:
- A green más duro más rápida corre la bola: calma ante una reunión tensa.
- La capa de rocio de la mañana frena la bola: un café, una sonrisa y a trabajar.
- Si un lago se acuesta (fresco) a un lado del green, la bola (palabra, gesto) tenderá a ir hacia allí.
- A contrapelo la bola corre menos; a favor del crecimiento del grano la bola corre más.
- La hierba del green crece hacia el oeste, por donde el Atardecer (sabiduría, experiencia prudencia) dice adiós al sol.
2.- Observaremos las Caídas, es decir, qué sesgo declina la reunión (veré orden del día, quién la convocó, para qué y que documentos tengo que haber visto antes de acudir); También habrá que estar, hablando de caída (break), a ver de qué pié cojean los convocados, cuáles son sus objetivos y querencias. Pero sobre todo – eso es el hoyo – cómo puedo contribuir con mi palabra y mis gestos a que la reunión sea efectiva.
3.- Cuidaremos nuestra sensibilidad, nuestra mente y nuestro pulso para no perder nuestra integridad (quedan muchos hoyos) y no padecer mal ni hacerlo padecer a nadie. Firmeza para acabar dentro. Y suavidad para no salirnos de tiesto (green). Mano de hierro en guante de terciopelo con vista de lince.
Y siempre recordar que la meditación diaria y en silencio equivale a las horas de putting green, donde los mejores golfistas se entrenan también a diario, como Steve Stilker, primero en el ranking 2011 de la PGA con una media de 1,695 putts por hoyo. No está mal.
José Ángel Domínguez Calatayud