¡Claro que salimos! Es un hecho que comenzará pronto y con daños que tardaremos en curar, porque hemos dejado durante demasiado tiempo que las cosas de fuera asfixien las
de dentro. Es más, la salida está en la fuerza de nuestro interior en cosa bien pequeñas.
¡Claro que salimos! Y saldremos más fuertes – con más capacidad de ayudar a los débiles- porque habremos aprendido a olvidar la codicia y a poner el confort algo detrás del bien de los que están alrededor: habremos comenzado a buscar al hombre, como el guarda de esta corta historia que guardaba para los lectores de este Blog.
Cuenta una historia que un judío trabajaba en una planta empaquetadora de carne en Noruega. Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte.
De repente se abrió la puerta.
El guarda de seguridad entro y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guarda cómo es que se le ocurrió abrir ésa puerta sino era parte de su rutina de trabajo. Él explicó:
«Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda por la mañana y se despide de mi por las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy me dijo “hola” a la entrada, pero nunca escuché – “hasta mañana” – .
Yo, cada día estoy esperando ese “hola”, “buenos días”, y ése “ciao” o “hasta mañana”. Sabiendo que todavía no se había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré».
¡Feliz semana!
José Ángel Domínguez Calatayud