En mi post anterior (Somos sur) hice referencia a la necesidad de tener un ocio consistente. Una parte de ese ocio de alto nivel es saber esponjar el alma con la amistad, abrir nuestros poros y nuestros oídos para acoger en nuestro espíritu las grandezas del otro. Del amigo solo recibimos grandezas: las miserias, si las hay, las destilamos magnánimos en perdón y corrección.
Pero la amistad se cultiva en la serenidad y en la escucha. “The Talking Manager” nos ha descubierto que el trabajo también necesita ese escuchar y ese hablar: ver el final de este post.
Lo cierto es que la vida imita al Golf. Y uno intenta sortear aquel bunker, meter ese putt de dos metros o superar con su wedge desde el rough un arbusto y no trata de temas mucho más profundos o divertidos sin poner en riesgo la corrección de su swing. Un golpe de golf no admite especulaciones: o se hace con el palo, ritmo y recorrido precisos o la bola blanca aterrizará en cualquier maldito lugar. Ley de vida.
En nuestros negocios pasa lo mismo: timbres de teléfono, twits, pantallazos de ordenador, o un cliente, o un proveedor con su factura, o el plazo – ¡¡siempre el plazo!! – que vence inexorable, no dan mucho de sí para mirar esa cara y escuchar esa mente.
El día a día, el hoyo a hoyo frenan la natural necesidad de compartir las alegrías o las penas de los compañeros de trabajo o de partido. Qué triste si, al final de nuestros años aquí abajo, sólo podemos contabilizar horas de oficina, de despacho y aislamiento. Estaríamos pobres de la autentica riqueza que es la mirada amigable.
La mirada amigable la impartimos nosotros y la recibimos, ¡sin agotarse jamás!, en el Hoyo 19. Un recorrido de Golf tiene 18 hoyos. Así que se inventó el Hoyo 19 como el rincón de la Casa Club donde los que han compartido el juego, perfectamente aseados y en ropa
de calle, comparten ahora con una cerveza (Cruzcampo, supongo) las aventuras y desventuras de la jornada; si la suerte es un factor o no; el comentario sobre el viento y otras temas: familia, otros amigos, el plan para el fin de semana o el interés de un reciente libro como éste de Álvaro- González Alorda: “The Talking Manager” del que se pueden trazar, como hace él, unos rasgos: “si tuviera que elegir una capacidad que sintetice cómo es un directivo que sabe liderar personas a través de conversaciones, me quedaría con la que mencioné en el capítulo 2: un Talking Manager es capaz de conquistar el entusiasmo de su equipo. En otras palabras, sus conversaciones son de largo alcance porque inspiran a hacer las cosas mejor y también a ser mejor.
Así queda el retrato del Talking Manager:
• Conoce bien a las personas con las que trabaja y les tiene afecto.
• Dedica tiempo a conversar con las personas de su equipo, tanto en contextos formales como en contextos informales.
• No improvisa las conversaciones importantes. Las prepara. Es empático y capta el estado de ánimo de su interlocutor.
• Tiene más preguntas que respuestas y, en sus conversaciones, pasa más tiempo escuchando que hablando. Deja que los demás terminen de hablar para tomar la palabra.
• Es prudente en sus afirmaciones y no tiene siempre una respuesta para todo. Sabe decir «no lo sé».
• Pide la opinión a su equipo antes de decidir. Y la tiene en cuenta.
• Escucha con los cinco sentidos y, mientras tanto, no hace multitarea (escribir e-mails, mirar la pantalla…), incluso cuando habla por teléfono.
• No se pronuncia inmediatamente ante cualquier controversia.
• No toma decisiones importantes «en caliente». Se da un tiempo razonable para reflexionar, pero luego decide con firmeza.
• Es flexible y cede. No pretende salirse con la suya, sino más bien «salirse con la nuestra».
• Habla con franqueza, mirando a los ojos.
• Pide feedback a su equipo sobre cómo puede mejorar. Y lo pone en práctica.
• Sabe manejarse en el terreno de las discrepancias profesionales, sin convertirlas en personales.
• Asume los errores y trata de aprender de ellos.
• No habla mal de nadie nunca, ni siquiera interiormente.
• Cuando le toca pronunciarse sobre otra persona, lo hace con respeto y ecuanimidad, sin dejarse llevar por antipatías.
• No saca el hacha para «cortar por lo sano» cuando tiene un conflicto con alguien de su equipo, sino que trata de resolverlo.
• Sabe pedir disculpas y aceptarlas.
• Acepta el reto de trabajar con personas que tienen una personalidad distinta y que, de modo espontáneo, no simpatizan con la suya.
• Confía en los demás y delega. No decide sobre temas que deberían decidir sus colaboradores.
• Cuando se le «escala» un conflicto entre dos personas de su equipo, no se erige en juez para decidir la solución, sino que les ayuda a que la encuentren ellos mismos.
• Tiende puentes entre posturas enfrentadas. Se centra en lo que une, no en lo que separa.
• Comparte la información y comunica las decisiones.
• Dice siempre la verdad. Y si no debe decirla, permanece en silencio.
• Está presente, sale del despacho y se interesa por el trabajo de las personas de su equipo.
• Cuando corrige lo hace sin humillar y su tono anima a la otra persona a mejorar.
• Es receptivo ante propuestas de mejora o ante nuevas maneras de hacer las cosas. Se siente cómodo con la discrepancia.
• Responde a los e-mails en los que las personas de su equipo le plantean dudas o consultas. Evita el «silencio administrativo».
• Afronta las conversaciones difíciles cara a cara, en vez de eludirlas enviando e-mails
En pocas palabras, el Talking Manager, en su trabajo de dirigir a personas, logra crecer haciendo crecer a las personas de su equipo, tanto profesional como personalmente.
Stop & Think:
¿Cuáles de estos rasgos tienes y no te gustaría tener? ¿Cuáles de estos rasgos te gustaría tener y no tienes? ¿Y qué hábitos concretos estás dispuesto a cambiar para lograrlo?”.
Así que, después del Hoyo 19 nada como lectura de vanguardia o recordar con cariño aquella tertulia improvisada y entrañable en ese hotel de la costa tras una partido de golf.
José Angel Domínguez Calatayud