No. No la tienen. Los que programan ordenadores sí la tienen: la necesitan para moldear los algoritmos y hacer que los aparatos funcionen razonablemente. La imaginación formó parte de sus estudios y quizás se dejaron las pestañas en el «How to solv it» que escribiera George Pólya. Pero los que sólo buscan las soluciones en los resultados de los ordenadores tienen un problema. Nosotros también. El motivo es que la preponderancia de las computadoras en usuarios de economía política parece estar acabando con las posibilidades de encontrar soluciones fuera de lo digital. No se les ocurren. Es una locura.
La heurística, como capacidad de resolver problemas y descubrir avances por métodos de salto de inventiva y creatividad que tanto impulsó al citado matemático húngaro que trabajó en Palo Alto (California) está ausente de los líderes, y no digamos nada de los acreedores de deuda pública soberana de países mediterráneos. Estos no tienen imaginación: su espacio lo llena por completo un gas tóxico llamado pavor.
Hoy, en The Guardian, Oliver Burkeman escribe un largo y sesudo artículo sobre el psicólogo y premio Nobel de Economía Daniel Kahneman que tanto trabajó sobre el comportamiento humano frente a las probabilidades de pérdida y ganancia:
«El punto de vista de Kahneman no es que todos seamos tremendamente raros o idiotas, sino que nuestro aparato mental, que funciona tan bien la mayoría de las veces, otras nos lleva de modo predecible a extraviarnos; ‘tenemos dispositivos hermosos’, dice ‘los dispositivos funcionan bien, todos somos expertos en lo que hacemos. Pero cuando el mecanismo falla, esos fallos pueden decir mucho sobre cómo funciona la mente’«.Así en el célebre ejemplo de la mujer que quiere ir al teatro y que el articulista detalla.
Supongamos que una mujer va a comprar una entrada para una sesión que cuesta 40 libras, pero en el camino al teatro se da cuenta que ha perdido dos billetes de 20 libras en la calle: ¿Comprará, no obstante, la entrada? La mayoría de las personas, cuando se les hizo esta pregunta, suponen que lo haría. Pero ¿si compró la entrada por adelantado y al llegar al teatro se da cuenta de que la había perdido? En ese caso, la gente asume que regresará a su casa sin adquirir una nueva entrada, a pesar de que los escenarios son financieramente idénticos.
No nos engañemos, quienes lideran Europa, se comportan de modo parecido y prefieren pérdidas controladas que ganancias probables, por muy alta que sea esta probabilidad, lo que en nuestro entorno de dudas dibuja a la perfección el giro y arco para la crisis en espiral.
Con esta inercia (inercia =resistencia al cambio) de los gurús, de los mercados y de las cabezas cuadradas se impone un fuerte impulso creativo. Un poderoso alarde de músculo intelectual para buscar, porque existe, una solución por encima del «computational thinking».
José Ángel Domínguez Calatayud