Expectación y Esperanza

El pórtico de la Navidad es un gran arco de cuatro semanas que comenzamos a cruzar ahora y terminaremos de andar en la Nochebuena. Empieza el Adviento, tiempo en el que la Cristiandad se reviste de Esperanza y nosotros tendremos la oportunidad de sacarle brillo, que tiene esta virtud pinta de estar oxidada.

No debe confundirse la esperanza con la ilusión. Los anuncios de televisión y radio van a saturarnos con la ilusión de mensajes para regalar perfumes, juguetes, ropa o cualquier aparato de teleadicto. Además, justo dos días antes de terminar el Adviento, tendremos la jornada del 22 de diciembre la Lotería de la Ilusión. Y cerrando la Navidad, la mismísima Estrella de la Ilusión es la primera en esa Cabalgata de Reyes vuelve locos de alegría a los niños de Sevilla y a los mayores, que miran, más embobados que sus hijos, el brillo acartonado de tanta carroza llena de ilusiones.

Las ilusiones mantienen durante un tiempo el espejismo de que todo mejorará: son como un pulmón artificial que insufla aire de estrellas a los pulmones de nuestra cansada psicología. Como simple expectación o se cumple o tendremos que volver a este peculiar pulmón artificial.

Pero, el mensaje del adviento toca la música natural de la esperanza. Sabemos que la fe y el amor son virtudes necesarias y capaces de llenar las ansias de los corazones. No hay felicidad sin confianza. No hay confianza que no lleve a amar y juntos son dones que alegran la vida propia y ajena.

Y sin embargo, veo a las dos buscando más allá. Un mundo que cree y que ama es un mundo que espera. Hablar de esperanza es, entre nosotros, señalar la maravilla de que vale la pena seguir en el trabajo, porque ahí puedo ser más yo mismo. También la esperanza enciende mis estudios saltando por encima del pesimismo y la desesperación, porque me prepara para servir, para ser útil. Si mi trabajo, si mi siembra en el campo, o el escuchar a la gente que me abre el corazón no me remueve, quizás sea momento de revisar si he puesto mera ilusión – cartón piedra y purpurina- donde tenía la oportunidad de poner esperanza; tendré que verme, porque a lo mejor me he convertido en estática figura del Belén, pudiendo ser personaje que hace propias las esperanzas de otros para colmarlas.

No se trata de nada del otro mundo. Una sonrisa a tiempo o sentarte a que te cuente qué le pasa, basta para alegrar el ánimo durante horas y horas. Cosas así de sencillas salvan vidas, y señalan la salida fuera del túnel de oscuros vacíos interiores por el que se arrastran no pocas vidas. Y, además, amigos, nuestros propios días se llenarán de sentido, de promesas, cerca de la Esperanza que nunca defrauda.

 

 

 

José Ángel Domínguez Calatayud

Nota: el texto anterior fue emitido con mi voz dentro del espacio «La palabra que queda» de la Cadena COPE, Sevilla, a las 13:55 del 28/11/2011. Dejamos este rastro para los que no lo escucharon en directo. JADC

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