Imagen: sacar bien del mal

La primera página del Wall Street Journal de 17/12/2011 nos sorprende con una fotografía de Margaret Thatcher tomada en sus años de mandato con primera ministra británica. El diario capitolino no se ha equivocado. No es tampoco un flashback, ni hay nada de Mrs. Thatcher en la actualidad para que su imagen irrumpa en una primera página. Sin embargo, el documentado e inteligente artículo de Charles Moore está muy justificado periodísticamente.

De un lado el estreno de la película Iron Lady sitúa a la Dama en el centro de atención de públicos de la cultura visual, con una espléndida Meryl Streep (Círculo de críticos de Nueva York: Mejor actriz y Globos de Oro: Nominada a Mejor actriz dramática).

De otro, el recentísimo portazo del Reino Unido a los acuerdos de unión fiscal para Europa, propinado por el actual primer ministro en las mismas narices de otra recia dama, la lideresa alemana, evoca las épicas hazañas de aquella señora en los turbulentos 80’.

Con maestría y en pocas líneas, Charles Moore nos describe en el WSJ cómo el apodo insultante – “Dama de Hierro” – fue creado y difundido por la Unión Soviética como represalia a los apoyos morales, ideológicos y políticos de la Premier a los países sojuzgados por el poder tiránico del Kremlin. Querían ponerla a la altura de odio que generó en aquellas latitudes el Canciller de Hierro, Otto von Bismark.

Lo que son las cosas: hoy un debilitado Occidente sin liderazgo parece buscar con añoranza a alguien que, con experiencia de gobierno, mirada de metas altas y calavera de acero, ponga todo el corazón en vencer estas adversidades de dimensiones titánicas. “Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras” escribía Lorca con hiriente fuerza contra la fuerza de la Guardia Civil de su época. Pero esos huesos templados no tienen por qué ser una losa en lideres que, se ponen el mundo por montera cuando el mundo se acobarda ante lo recto, ante lo cierto o ante el esplendor de la batalla hoy necesaria para sacar a una generación postrada en el lodo de su ignominia.

Muchos ya lo presienten. Algunos lo dicen. Unos pocos lo escribimos: hay deberes que deben ser hechos y quien por elección y legitimidad tiene que hacerlo no puede arredrarse por un mote, por una caricatura o por la tibieza de los pusilánimes.

El WSJ trae a la portada a Margaret Thatcher, y justo debajo se atreve a lo bello, a decir que Piazza Navona (Roma) es más plaza que Piazza San Marcos (Venecia) a la que Napoleón trato como una sala de estar: “No one would deny the magnificence of Venice’s Piazza San Marco, but Rome’s Piazza Navona gives it a run for its Money”, dice el autor del artículo. Piazza Navona tiene la dimensión de mayor plaza peatonal de Roma; se adorna con un equilibrio armonioso que resiste toda comparación, palpita con vida día y noche y, en el centro, como un reto a los manieristas, endulzados, acaramelados y mediocres, el fogonazo de luz y sombra de la imponente escultura de Bernini a los cuatro ríos.

Sí: Bernini, Thatcher, Gandhi; Madre Teresa, Martin L. King, Juan Pablo, Josemaría y un río de personas en la humana historia fueron en vida señalados por el dedo de la burla y cada uno supo sacar bien del mal en sus batallas de paz; cada uno pudo escuchar dentro de sí estas palabras de la citada película: “Vigila tus pensamientos, pues se convierten en palabras; vigila tus palabras, pues se convierten en acciones; vigila tus acciones pues se convierten en tu carácter. Y vigila tu carácter, pues se convierte en tu destino”.

 

 

 

José Ángel Domínguez Calatayud

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