Comunicar: impacto duradero y positivo

No sé si han pensado alguna vez en cómo impactar duradera y positivamente en sus públicos. De hecho animo a mis amigos lectores a que piensen en las personalidades que han tenido el gusto de tratar de manera directa; o en personas a las que han admirado por el rastro indeleble de sus obras; también en aquellos a los que han accedido vía televisión, radio, prensa o en quienes siguen con interés en foros y redes; piensen en los autores y “mensajeros” que influyen decisivamente en la propia vida. ¿qué tienen en común?

A mí me vienen a la cabeza nombres de personas con las que estaría un buen rato charlando, mejor escuchando y, en uno o dos casos, sólo quieto contemplándolas.

Son media docena de pensadores y ensayistas, filósofos, antropólogos, investigadores del espíritu humano, que han presentado en las síntesis de sus conclusiones un visión humana del Hombre, es decir, no un Hombre fuera de las Humanidad y de la misión de ésta. ¿Qué les hace mantenerme interesado, comunicado con sus textos, tesis y sus visiones de modo permanente y alegre?

Son dos o tres santos y dos o tres santas cuya vida se presenta como modelo de excelsitud, de un estiramiento tan grande de los extremos de su alma que, sin romperla, dieron cabida a todo un Dios, que les asumió y les puso al servicio abnegado de otras almas. Por cierto, hoy cumpliría 110 años uno de ellos. Y ¿qué tienen en común para impactarme duradera y positivamente?
Son un grupo reducido de artistas, pintores, poetas y escultores, cineastas – vigías de la Cultura Visual y de sus profundidades – que, por el camino de la Belleza, se han metido en mi corazón para esponjar ideas y oxigenar mi mirada sobre el mundo, las personas y sus anhelos. ¿qué los aúna tan dentro de la mente y con fuerza tan titánica?

No hay entre ellos, lo siento, deportistas; no por otra cosa sino porque no es campo al que haya dedicado un interés continuo que, sin duda, merece. Tengo nombres que han pasado, pero no me influyeron. Tengo nombres que influyen en mi juego, pero pasan. No hay graciosos, pero sí personas con humor; no hay ingenuos, pusilánimes, ni cobardes, ni traidores, ni malvados.

Pero sí encontraremos a amigos, familiares muy cercanos y los nombres de maestros (“sea nuestro sí, sí. Sea nuestro no, no) y no mucha gente más; toda ella, una sucesión de paradigmas inspiradores de hondos movimientos de superación.

Y, leída mi lista, me pregunto y pregunto a mis amigos lectores, ¿por qué existen personas tan maravillosas cuya obra, cuya vida y milagros, nos deja el ánimo tan profundamente inclinado? ¿Qué dones comparten?

He dedicado unas horas esta tarde a ellos y,  a base de quitar capas como de una cebolla, he llegado a solas dos palabras: libertad e integridad.

Las personas capaces de hacerse escuchar por el espíritu humano, son seres libres, no hablan por boca de nadie; se mueven y viven a la intemperie de su pensamiento que, a la vez, les ilumina el camino: esa senda que no existirá hasta que ellos la tracen con sus pisadas y, no pocas veces, dejando un rastro de incomprensión, sin que sea excepcional la sangre o la injuria. Con todo nada les detuvo y nada les detiene en su misión. Sin libertad se harían humo en la memoria.

Las personas que acaban metiéndose con firmeza en el corazón de nuestras decisiones han encendido su capacidad de comunicar en la llama perpetua de la integridad. Reconocieron al Bien cuando un día de su juventud se les hizo visible y, desde entonces, aún con sus terquedades y equivocaciones, sus acciones están armadas de congruencia plena. Sin integridad se harían humo en el olvido.

La libertad y la integridad son la cara y la cruz de la moneda de la comunicación viable; con ellas inseparablemente soldadas las personas ganan, suman, multiplican y generan vida y contactos de savia humana.

 

José Ángel Domínguez Calatayud

Etiquetas: , , , , , , , .

Los comentarios están cerrados.