De verdad que no son ganas de hacer leña del árbol caído, pero el naufragio del Costa Concordia con fuga del capitán Francesco Schettino, que abandonó el barco con miles de pasajeros a bordo, nos hace preguntarnos, ¿cuántos héroes quedan en el mundo?
Sabemos contar ballenas en los océanos; conocemos el número de ñus que pueblan África y tenemos catalogadas las especies en riesgo de extinción y el número linces que pasan por un puente construido “ad eos” en el Parque Nacional de Doñana, en Huelva (España). Dicen que sabemos la cantidad total de humanos que pueblan el planeta y hasta me han enviado un sorprendente link que me permite conocer qué numero ocupo yo, sí yo, entre todos esos congéneres. No sé si reírme o llorar.
Pero esa contabilidad sostenible, sociológica y estadística esconde misterios enormes como maravillosos dragones, informaciones qué quisiéramos saber como qué hay en la cabeza de los responsables de las agencias de calificación, o datos muy necesarios para nuestra supervivencia, como estas cuestiones que me interpelan hoy, es decir, cuántos héroes quedan en el mundo, qué puestos ocupan y cómo aumentar su número y fortalecer sus cualidades.
No sé si mis lectores sienten lo mismo que yo, que hay un déficit de heroicidad, proporcional, según pienso, a otra debilidad previa. Me refiero al déficit de compromiso, por el que una persona decide con voluntad muy determinada a ser fiel a una persona, a una meta alta, a un Dios o, al menos, a un código de honor.
Una relativización de las verdades ha traído, me parece, una banalización de las lealtades y ser héroe parece cosa de cuento e involucrarse hasta el sacrificio de la propia vida puede llegar a ser un conducta acreedora de burla.
Y sin embargo, espero que otros muchos – tú amiga lectora, tú amigo lector – me acompañéis a reclamar la lista de héroes y heroínas. Esas personas a las que admirar e imitar y mostrar a mis hijos y amigos como seres dignos de la mayor admiración. Héroes y heroínas a las que pueda confiar la tutela de mis niños, la paz de mi patria, el progreso de mi civilización y el descanso en un crucero de mis conciudadanos.
Tengo mi propia lista de héroes personales que, encabezada por la mejor de todas las esposas, incluye maestros, investigadores, capitanes de navío, poetas, escritores, médicos y un buen puñado de sacerdotes católicos. A todos ellos, a su entrega diaria y a su silencio de servicio y abnegación rindo mi homenaje, pero si queremos dar alguna esperanza al futuro se necesitan dos cosas. La primera, coger la brújula para cambiar el rumbo hacia donde dirigir la educación integral y, la segunda, presentar en los medios de comunicación la vida de personas que no se caen de manera tan inopinada como increíble en el bote salvavidas y escapan de una simple obligación moral antes que legal: procurar que no muera nadie, aún a costa de la propia vida, cuando eres el comandante del buque. Por cierto, cada uno de nosotros tiene su buque, así que, ¿cuántos héroes nos quedan todavía?
José Ángel Domínguez Calatayud
2 respuestas a ¿Cuántos héroes nos quedan?