Perdón por nuestra imagen

En un breve descanso en la preparación de material para mi empresa de comunicación, me he paseado por CNN, que estaba dando noticias sobre la recién comenzada – con semanas de retraso – liga de baloncesto NBA. Como recurso mientras se exponían los avatares de los NICKs (perdieron frente a los Raptors), se mostraba el exterior imponente del Madison Square Garden (Nueva York), con andamios y estructuras de obra. Atornillado a una de ellas,  me ha llamado la atención un cartel muy sugerente para la Comunicación Estratégica, la Corporativa y la Personal: PLEASE, PARDON FOR OUR APPEARANCE.

En las obras públicas, delante de zanjas en los acerados y en las remodelaciones de edificios solemos vere carteles que nos piden, “disculpen las molestias”, entendidas por lo común como aquellas incomodidades que se traducen en tener que dar un rodeo, pisar un tablones o subir unas escaleras.

Sin embargo, además de la sociedad del bienestar  – que es la que normalmente se supone alterada con esos trabajos – poca gente repara en las agresiones a la sociedad del bienser; de hecho el corrector de Word  – y supongo que lo mismo la RAE – acaba deme sacarme subrayado rojo (tarjeta roja) por bienser y acepta bienestar.

Este bienser que es apelación a la plenitud de la verdad, de la rectitud y de la belleza, empieza a ser componente de una cierta disciplina recientemente puesta en marcha por los ecologistas y sus consideraciones acerca de una environmental sustainability (environnement durable, en francés). Un medio ambiente sostenible, se ha traducido en español, del que forma parte la vigilancia de las acciones de “impacto visual”, como saben bien los expertos urbanísticos y los industriales:  en una vida anterior, mientras estaba al cargo de los recursos humanos, el clima social se tenso por el proyecto de implementación de un máquina, cuya voluminosa mole restaba visibilidad del taller. Lo cierto es que incluso sin aquella instalación el paisaje tampoco era el del hoyo 14 del St. George Course de las Bermudas.

En consonancia con esta creciente importancia de la  Cultura Visual y ante ese impacto aparencial negativo, la Dirección del Madison Square Garden, entiende imprescindible pedir disculpas a los neoyorquinos: “No queremos aparecer así; esta no es la imagen que deseamos ofrecer: Uds., sus ojos se merecen algo distinto que este aspecto que hoy mostramos”, sugiere el cartel de las obras.

Por nuestra parte, vemos en corporaciones, actuaciones políticas y andamiajes personales una cierta pose de feísmo pragmático y dejadez,  un olvido de que la imagen está participada por otros que tendrían que ver estimada su consideración de personas, es decir, de seres capaces de valorar el infinito que se esconde en la más pequeña gota de belleza.

Como la virtud  y como la verdad, la belleza es un bien arduo, lo que la hace más interesante para la estirpe humana, lo que me recuerda que he dejado material sobre mi mesa y debo volver a él.

José Ángel Domínguez Calatayud

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