Nuestro vecinos franceses andan estos días enfrascados en la discusión sobre unas palabras de su ministro del interior, Claude Guéant. El asunto es cuestión de portada y reflexión en la sección “Idées” de Le Monde (07/02/2011), que alza su voz impresa con una pregunta y una página entera de opiniones: “Porquoi évoquer la ’superiorité d’une civilisation’?” se pregunta el diario francés que continua con la retórica interrogación “¿Qué hay detrás de las palabras del ministro del Interior, Claude Gueant, acerca de la jerarquía de las civilizaciones?”
Para la comprensión de las inclinaciones editoriales del rotativo parisino basta leer el resto de la entradilla que incita a que no leamos las posiciones de fondo: “Para Gilles Kepel, las declaraciones del primer policía de Francia esquivan el fracaso de la integración. De acuerdo con Edgar Morin el occidental-centrismo tiene que cesar. El tiempo de la simbiosis de las culturas debe prevalecer porque no hay ninguna civilización pura ni menos una civilización superior, concluye Laurent Gervereau”.
En la Asamblea Nacional, la alusión a una civilización superior del ministro galo, fue seguida de menciones al nazismo y a los campos de concentración por parte de un diputado de la oposición, lo que irritó al partido gubernamental que, ofendido, abandonó el hemiciclo. El primer ministro Fillon ha dicho que espera una condena de las alusiones al nazismo del diputado.
La noticia buena es que se hable de civilización en un parlamento europeo (siempre hablando de dinero) y la mala es sacar los pies del tiesto con veladas acusaciones de racismo exterminador o con soberbia fuera de lugar.
Si es cierto que todos los hombres son iguales (no hay diferencia esencial de color ni de raza) y todos tienen los mismos derechos humanos, no lo es menos que algunas maneras de organizarse los hombres son más respetuosas con estos derechos, promueven mejor aquella igualdad y procuran mejor la oportunidad de todos para ser mejores, más verdaderos y de conductas más admirables.
Occidente no tiene el monopolio de la excelencia, pero nada abona la idea de que una sedicente “simbiosis de las culturas”, vaya a generar el nacimiento de Utopía. Cuando se piensa que no hay verdad permanente el riesgo es hacer permanente una injustificada tiranía del relativismo, como en el caso de algún comentarista de Le Monde en clave civilizadora.
Y ¿qué puede hacer Occidente en este debate? Primero tener seriedad, reflexión y serenidad en la discusión. Después seguir haciendo noticia de la Civilización Occidental, demostrando con hechos que tiene algo que ofrecer para el Tercer Milenio. Vetas no le faltan a esta mina: efectiva integración del diferente tal como es; respeto de la vida desde el nacimiento a la muerte natural; Literatura, Cómic, Guiones de series y cine con valores que sean, ellos sí, muestra de una superioridad del Hombre sobre la Bestia…
Y ¿cómo puede Occidente, más allá de las predicciones de Spengler, afrontar su supervivencia? Quizás, recordándose cada mañana la sentencia del historiador Arnold Toynbee: «Civiliations die from suicide, not by murder”.
José Ángel Domínguez Calatayud