Cavitación al comunicar

El fenómeno de la cavitación se estudia en Mecánica de los Fluidos y se refiere al hecho de que las moléculas de oxígeno que viajan disueltas por un fluido si pasan por un lugar donde el fluido se mueve a gran velocidad y junto a aristas pueden experimentar una descomprensión – una menor presión – que las vaporice convirtiéndolas en burbujas, en cavidades.

Si en ese estado se trasladan a un parte donde el fluido conserva sus estado normal, la moléculas vuelven someterse a la presión que sufrían antes de vaporizarse, el proceso reinvierte su sentido y las moléculas pasan de vapor a líquido de manera súbita y abrupta a través de un achatamiento instantáneo, una reducción de tamaño – una implosión – que impacta en el material próximo produciendo una erosión, una picadura.

En maquinaria y procesos hidromecánicos es un proceso muy conocido y que necesita ser gobernado por varios motivos, dependiendo de las instalaciones de que se trate. La implosión de miles de cavidades en una máquina o en las turbinas de una central hidroeléctrica acaban debilitando el metal y dañando la superficie de rodetes, hélices y otros elementos, presentando una superficie semejante a la de una piedra pómez, repleta de micro cráteres de diferente diámetro y profundidad.

Particularmente reseñable es que los agujeros de mayor dimensión se corresponden con lugares que sufrieron más de un impacto de implosión molecular, ya que, arrancado el material con la primera carga, esa superficie dañada es más sensible a la corrosión por cavitación por sucesivos nuevos impactos.

Un último comentario de interés es que la cavitación es sonora, es un golpeteo que los expertos – por ejemplo los marinos y oficiales de marina responsable del sonar – saben detectar y que los ingenieros desean dominar y en su caso evitar, por ejemplo en el diseño y construcción  de submarinos.

Todo esto, mejor explicado y con ejemplo de interés, lo he escuchado en mi desayuno de trabajo de hoy. Podría decir “ponga un ingeniero en su vida, sobre todo si usted es de letras profundas”.

Porque llevado esto al mar de la Comunicación, vemos cómo en el fluido comunicativo ordinario (conversaciones, redes sociales, emisión y recepción de noticias, difusión y acogimiento de sonido y, aun más de imágenes) las  moléculas de plenitud, aquellas que dan sentido y relieve a las existencia de todas las personas que conviven en ese mar, se vaporizan en banalidades cuando son sometidas a rápidos – hoy vertiginosos – procesos de movilización en sus significados; en la calma, en la normalidad, simplemente con la presión ordinaria del propio silencio, muchas de esas moléculas de plenitud se contraen con brusquedad porque la solidez de la propia conciencia apela a la coherencia. Sí, se puede acallar esa apelación soltando lastre y permitiendo la erosión de las primeras capas, pero todo comunicador, escritor honrado y pensador con fundamentos sanos te dirá que al cabo de un tiempo – y no en todos igual – los agujeros por implosión de ambiente dejan señales evidentes que el sonar de las mentes más sensibles detecta en la obra de cada comunicador:  el sonido en vacío de un intelectual oxidado es extremadamente digno de piedad y necesitado de reconstrucción, por la capacidad invasiva de su vaciedad. El vacío tiene algo de confortable mientras succiona el criterio.

En los fluidos de la comunicación actual no todo es erosión. Hemos constatado en algunas consultas el nacimiento a la integridad. La observación y los datos de avance nos confirman que cada uno tiene la propia mesa de diseño que empieza en el fondo del propio corazón y culmina en las terminales digitales de sus manos en el ordenador. La Comunicación personal y de empresa vive un momento ideal para colaborar en la botadura de naves a prueba de corrosión por cavitación comunicativa. Uno puede para empezar y dentro de sí aplicarse el verso machadiano: “a distinguir me paro las voces de los ecos”.

José Ángel Domínguez Calatayud

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