Jacaranda, azahar y aire

O “alma, corazón y vida” que cantaban Los Panchos. “Alma para conquistarte, corazón para quererte y vida para vivirla junto a ti”.

Cosas así invitaba Sevilla a cantar principios de semana. Era mediodía y el paso del rosario aventaba palomas cercadas de grandes árboles tropicales. La mañana intensa compartiendo con directivos de fundaciones y otras instituciones imágenes y palabras me había invitado a  incitarles: “sed admirable”.

La admiración sólo es crédito de lo excelente y lo excelente no termina nunca de ser porque es un ser-siendo.

Así, que con el depósito de mi capacidad de asombro lleno hasta el borde de los ojos miraba, contemplaba este don de cada primavera. Era mediodía y el corazón me llamaba señalando mi primera jacaranda. Su imagen – la que se ve – acompaña estas letras. Su alma – la que no se ve – ha ascendido de su savia a al tronco, lo ha traspasado y franqueadas mi pupilas ha conquistado otra vez , un año más mi corazón.

El corazón no ha querido saber nada de fotografías ni de encapsular detalles de eso colores que las mujeres saben describir en sus inacabable matices. ¿De qué color eres jacaranda? Eres, jacaranda mía, de un rosa herido de sangre divina de la Semana que ya llega. Eres morada, pero más lila, pero más jacaranda resplandeciente. Y haces querer el momento pleno de promesas de vitalidad…mi jacaranda, primera jacaranda arrebolada como rostro amado ante el requiebro que invita a colmar la vida conquistada.

Y esa vida que nace en tu primer amor jacaranda y que no nos cansaremos de vivir y ayudar a vivir en las manos cansadas o en los ojos necesitados del final de trayecto. Vida que tu anuncias y pides jacaranda, primera jacaranda de esta tarde de primavera vestida de sol de verano.

Al pasar unos días, camino de la catedral se llenó el pulmón de la dulzura de la azahar, flor del naranjo. Primera jacaranda y primer azahar: terapia natural para los que no ven motivo para respirar más este aire que, al lado de ambas – jacaranda y azahar –, se convierte en medicina con tal de dejar a los ojos la contemplación y si permitimos al espíritu amar, mientras desgrana un letanía de flores que van abriéndose en horizontes amplios, bellos y desafiantes. Vive, jacaranda, vivid naranjo y limonero y vive tú, mi amigo, mi hermano, que el aire os llama a todos porque a cada uno necesita.

 

 

 

 

José Ángel Domínguez Calatayud

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