O sesenta y seis si es bisiesto el año, como éste. Los objetivos de igualdad, justicia, paz y desarrollo del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, están lejos de ser alcanzados en muchos países donde ella es poco más que una cosa de usar y tirar. Mentalidades estrechas, supersticiones, instinto, falta de instrucción y ansias de poder mantenido por la violencia están en el origen de estas actitudes excluyentes.
No es extraño que desde la Iglesia – en la que el Papa la ha propuesto como su intención para este mes «para que en todo el mundo sea reconocida adecuadamente la contribución de la mujer al desarrollo de la sociedad» – hasta vastos campos de la universidad, la política, la cultura y la empresa aprovechen el efecto llamada del Día Internacional de la Mujer para repensar la altura de reconocimiento que merecen las personas femeninas y el camino a recorrer, con etapas concretas, para que la realidad se parezca a ese desarrollo, esa paz, esa justicia y esa igualdad que en tal día se proclama como necesidad.
Para ello:
1.- Desprendidos del adoctrinamiento de la ideología de genero – tabú «progresista» de nuestros días – es necesario el presentar al cosas como son. La mujeres son naturalmente diferentes de los hombres; basta haber conocido a la propia madre o haber convivido con hermanas, primas, novia, esposa o compañeras de trabajo para, con toda paz, confirmar ese dato. También se puede estudiar o leer libros como los escritos por María Calvo, para deducir que las diferencias no son consecuencia de una educación, sino que ya en periodos prenatales y natales manifiestan características muy elocuentes de diversidad netamente femenina.
2.- Desprendidos de dogmatismos y soberbias –propias de una mentalidad carca y machista que, muchas veces no ve en la mujeres más que su cuerpo – hay que proclamar que tal diferencia natural no puede afectar a la igualdad de derechos. Iba a decir “y punto”. Pero añado, no basta que lo digan las leyes, lo deben regular los reglamentos, circulares y ser aplicados en la realidad. Es un escándalo que haya mujeres a las que se niega el acceso a la enseñanza, al cultura o a las que se les paga menos por haber parido un hijo ese año.
3.- Desprendidos de simplismos hay que reconocer que el camino es largo, que no se trata de cambiar el plural masculino – “ciudadanos” por “ciudadanía” -; que se trata de que el sistema no coarte la feminidad – en la selección y en el “parcour” – por temor a la maternidad que es un bien también para la empresa; que no se trata en fin, de querer, como parecen ansiar algunas mujeres, tener semejanza a los hombres. ¡Qué servicio tan negativo y cruel han rendido a la causa de la mujer quienes han deseado sólo que parezca un hombre! Más de una vive anulada. En muchos casos además, para mayor dolor, se han fijado en aquella parte de la masculinidad que más necesita ser reequilibrada hoy: el afán de poder, la soberbia del dominio y la falta de ternura y compasión.
Propongo los 365 Días Universales de la Mujer, como homenaje a ella, importante modelo, sin necesidad de renunciar a esa cualidad y con la capacidad de mejora de la convivencia familiar y social, en complementariedad de su femineidad con la masculinidad en que se expresa la persona humana.
José Ángel Domínguez Calatayud