Loewe técnicas de suicidio comunicativo

Me alertan desde Londres: ¿Qué le pasa a Loewe? Personalmente no tengo la menor intención de cargar las tintas; de ello ya se encarga el blog de TRENDENCIAS que pueden leer pinchando en el nombre del blog, pero lo de Loewe si no le sale bien, le sale fatal.

Ha creado una línea Loewe ORO Collection 2012 que en dos días ha hecho correr ríos de twets y de bromas por esos atestados camino de las redes: le acusan de haber hecho un giro demasiado brusco en su marca y se mofan de ello.

Lo malo no es que el daño esté en la marca. Lo que hay que saber es si estamos en periodo de descomposición por haber metido un bisturí infectado de ordinariez y mal gusto en su propia integridad, en esa alma de la empresa que la confiere la esencia y justifica la existencia

La casa que fundó Enrique Loewe en 1846 y que atendía en su primera tienda –callejuela del Príncipe (Madrid) – a la realeza y aristocracia de finales del siglo XIX con productos de piel de lujo –se ha metido en un charco en el que puede terminar arruinando algo más que sus zapatos de piel.

Uno puede jugar con relativo daño sacando al escaparate un extravagancia, pero querer tener un pie en ese glamour de “lo máximo”, donde no hay mas mil clientes en todo el mundo y otro – s i m u l t á n e a m e n t e – en la anti-estética de una plaza del Sol, almibarada de sensiblería sobre lecho de frivolidad, es apostar a que te arrojen fuera de las murallas donde todo lujo tiene su asiento.

La casa que fundó Enrique Loewe  y que trataba con superioridad y distinción a Louis Vuitton había nacido para satisfacer una gama y unos deseos de exclusividad poco compatibles con las imágenes de la presentación de esta línea nueva. Yo he visto el gozo de abrir esa cajas con el anagrama de la casa haciendo filigranas y aquellos papeles que eran de seda pero parecían de magia y aire y que envolvían la pieza de arte de un bolso extraordinario y exclusivo, de una piel tan suave que al tocarla sabías que te acercabas al momento aquel de «cuando el tacto relata la historia«.

Los próximos meses sabremos si Loewe ha optado por técnicas de suicidio, asistido por genios de la imagen, o vuelve donde las jequesas, princesas y ricas de Japón se gastan sus riyals, sus euros y sus yenes.

Tengo para mí que hace falta volver a la belleza, al placer estético que no necesita complemento porque es plenitud,  y que devuelve a la mujer y al hombre un poco del aliento que la ordinariez asfixia con pretensiones originalidad. Ya está: es la hora de lo bello y de recitar con Juan Ramón Jiménez el más corto de sus poemas:

«¡No le toques ya más,
que así es la rosa!»

 

 

 

José Ángel Domínguez Calatayud

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