El episodio del Rey con rotura de cadera en el transcurso de un viaje para cazar elefantes en Bostuana ha levantado una polvareda colosal que ha infestado redes, foros sociales, programas televisivos de entretenimiento y, por supuesto, prensa escrita, oída y vista. También líderes políticos se han pronunciado en un arco que va desde un respetuoso alejamiento de la agenda personal del monarca hasta la descarnada apelación a la abdicación.
La coda ha venido de la nada ingenua evocación a un “gráfico de trompa de elefante” efectuada por la presidenta de Argentina, Cristina Fernández Kitchner, en el acto de declarar que expoliaba – ella no utilizó este verbo – YPF a la española Repsol.
Hasta aquí los polvos; para que no se conviertan en lodos hace falta una gestión apropiada y profesional de la comunicación por parte del Rey y su entorno. Siguiendo con la metáfora, puede efectuarse una comunicación líquida – con lo que el barro sobre la figura de Su Majestad cubrirá su efigie y puede llegar a asfixiarlo cuando el tiempo la seque- o puede ser una comunicación sólida – como un cepillo – que necesitará un manejo habilidoso para no terminar por descacharrar la institución.
Tres ejemplos de comunicación líquida, es decir embarradora de la imagen del Rey:
1.- Entrar en mensajes negativos o de confrontación con quienes, hostilmente, alimentan sentimientos antimonárquicos, incluso como pantalla que apenas disimula inclinaciones antiespañolas. Algunos ni se dan cuenta de qué compañeros de viaje les acompañan a a este y al otro lado del Atlántico.
2.- Por la misma razón, dar tres cuartos al pregonero haciendo de alta voz de mensajes negativos. Esto sucedería si se confunden los públicos y se trata a minorías altisonantes, que nunca se van convencer, como si fuesen el público objetivo.
3.- Si se va a hablar o hacer público un mensaje desenfocar el asunto asimilándolo o aproximándolo a otros avatares que sacuden a la Casa con su toxicidad (disparo en un pie del menor Felipe de Marichalar y, todavía peor Urdangarín). Cada evento negativo tiene su tratamiento independiente.
Tres ejemplos de comunicación sólida, es decir pulidora de la imagen del Rey:
1.- Fortalecer con naturalidad las expresiones de unidad a todos los niveles posibles y con toda la intensidad alcanzable, empezando por la Familia Real, siguiendo por el Gobierno y abarcando otras instituciones.
2.- Reordenar la agenda real y abrir al Rey espacios de éxito que puedan ser vistos como la tarea de un Jefe de Estado que sirve a los intereses de su pueblo.
3.- Dejar que el Rey hable. Que reciba consejo y pueda escuchar palabras sabias. Pero después, dejarle hablar y prepararse para gestionar ese mensaje en internet. Los creadores de opinión no son ya sólo y ni siquiera sobre todo, unos señores en unas redacciones, sino unos usuarios de redes y multidifusores de etiquetas. Pero dejad que hable el Rey, pues tiene la capacidad de manifestarse confiable y, en su debilidad, presentarse con digna humildad empática. Cuidado, que hay etiquetas que devienen en marcas.
Hay, además unas medidas gaseosas como el aire y el viento que pueden, que sería útil rearmar en términos de excelencia comunicativa. Me refiero a un programa completo de enriquecimiento de la Marca Personal Rey de España, asociándola a un largo plazo para hacer memorable y admirable la Marca España, esta sí, hoy enlodada.
Es necesario apelar con fuerza a los amadores de la paz y el progreso para animarles a desear y trabajar en común un bien común, hoy y en el futuro tan imprescindible como la Comunicación de la excelencia.
José Ángel Domínguez Calatayud
Una respuesta a Gestionar la Marca Rey de España