Las Pussy Riot han sido condenas a dos años de prisión por cantar en la catedral Ortodoxa de Moscú de modo obsceno y molesto para el señor Putin y para el patriarca metropolitano de la Madre Rusia. Mis limitaciones en la lectura de caracteres cirílicos no me han permitido conocer el sumario, la instrucción y el desarrollo procesal con suficiente profundidad como para emitir una opinión jurídica, lo que, por otra parte y por el mismo motivo, no habría podido fundar por ilimitado desconocimiento del código penal ruso.
Lo que salta a la vista es que tres jovencitas han dado el espectáculo en el estricto significado del término y han enfadado al jefe Vladomir que ha mostrado su mejor semblante de sarcopterigio, familia de peces de aleta lobulada. Pero que esa acción reprochable merezca una inmersión en calabozo, parece algo desmesurado a simple vista, que es el tipo de vista que utilizan los políticos comunitarios y los del partido demócrata estadounidense. Hasta Paul McCartney se ha pronunciado antes de la sentencia implorando misericordia. Yo me uno a ese gesto, pero sinceramente por motivos más altruista. El presidente Putin aplicando indulgencia mostraría más su autoridad que dejando a la chicas entre cuatro paredes. Además, si el perdón es precoz se ahorrará el ser trend topic mucho tiempo en Twitter, mejorando de paso su imagen en ambas márgenes del Volga y en toda la extensión desde San Petersburgo a Vladivostok.
Es cierto que las niñas cantoras de Moscú no han proclamado su arrepentimiento y que no consta que hayan devuelto las guitarras. Pero, mire usted, en esta piel de toro con una dieta hipocalórica damos el tercer grado a quien deseó y puso los medios para que una victima de secuestro muriera irremisible e inmisericordemente de hambre. Ya, ya…Me percato de que el etarra español está sufriendo un enfermedad irreversible y la odiosa – para él – ley española contempla la situación con una ternura digna de una elegía.
Y digo, y sin ganas de molestar: ya que los compañeros del carcelero de Ortega Lara han comenzado un ayuno voluntario para arrancar un gesto de piedad del odioso gobierno español, a lo mejor se estiran un poco y con una semanita más consiguen que el Comandante – “de pronto llegó Fidel”- y su hermanito Raúl liberen a un chaval que conduce de lo peor por las carreteras de La Habana.
Va a ser que no. Como va ser que tampoco – una vez más – se cumpla el viejo lema de la izquierda que, bellamente, luce en las fotos de agencia una de esta cantantes: “No pasarán”.
Querida, queridísima Nadezhda Tolokonnikova, aquello no es España y ¿sabes?: ya han pasado.
José Ángel Domínguez Calatayud