Hoy, festividad de San Cosme y Damián – dos hermanos gemelos árabes que curaban por los pueblos y simultáneamente extendían su fe- , parece inaugurada la temporada del otoño caliente en España. De una parte la manifestación de ayer ante el Congreso de los Diputados (“menos gente de la esperada” según mandos policiales y “más infiltrados violentos” que los programados según los organizadores) sirve para dar sombras a la luz que debería ser la sede de la soberanía popular.
De otra parte, el semanal “El Jueves” se solidariza con su primo francés “Charlie Hebdo” y saca en portada unas caricaturas de Mahoma, en lo que parece más un merengue pringoso, postre que empalaga, que una dibujo para hermanar.
La profesión o el deseo de manifestarse o comunicar no consiste en ofender a diputados, ofender a creyente. Comunicar es construir un discurso y ahormar una imagen para beneficio de los ciudadanos. Si Damián y Cosme extendían sus conocimientos acompañados de su amor al prójimo con soluciones prácticas y maneras atractivas, todo ello en medio de penalidades, bien pudiéramos nosotros ir tejiendo alianzas sin dar trabajo a la policía y contar chistes y gracietas – si esa es nuestra profesión- sin llenar de ira, odio y desprecio a nadie, tampoco a los que nos irritan, odian o menosprecian.
Tiene aspecto bello, joven y de aura heroica rebelarse como iconoclasta contra los poderes, pero es inútil e inefectivo derribar imágenes sin reponer otra cosa que el propio vacío mental.
Otra cosa diríamos si quienes así se manifiestan – portadas y barricadas – se hubiesen presentado a las elecciones y obtenido acta de diputado o, en el caso del satírico, hallásemos rastros de defensa de otras libertades y derechos como al honor, a educar a los hijos conforme a las propias convicciones o a buscar en conciencia una Verdad que abrace el corazón y la cabeza.
Pero quizás sea mucho pedir. Aunque también parecía mucho pedir, una afrenta, el comportamiento ejemplar de Cosme y Damián, así que Lisias gobernador de Cilicia después de torturarlos les corto la cabeza en el año 300. Sus cadáveres se veneran en Ciro (actual Siria), estremecedoramente cerca de Aleppo donde muchas familias cristianas las pasan hoy para no dormir. La paz tendría que encontrar más amplios espacios entre nosotros. Al menos, espacios donde se respete a la ley y a las personas en sus creencias, incluso equivocadas.
José Ángel Domínguez Calatayud