Según la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, en 2012 hubo que condenar 121 asesinatos de periodistas: esa cifra dobla, prácticamente la de los años 2010 y 2011.
Este año se cumplen 20 de la designación del 3 de mayo como Día Mundial de la Libertad de Prensa. En el mensaje conjunto que, con tal motivo han firmado la Directora General de la UNESCO y el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, se afirma que “en los últimos 10 años, han muerto asesinados más de 600 periodistas; muchos de ellos no estaban trabajando en situaciones de conflicto. Persiste un clima de impunidad: nueve de cada 10 casos de asesinatos de periodistas quedan impunes. También hay demasiados profesionales de los medios de comunicación que padecen intimidaciones, amenazas y violencia. Demasiados también son víctimas de detenciones arbitrarias y torturas, a menudo sin poder recurrir a la justicia”.
Son cifras y hechos tan impresionantes como inexcusables para conciencias que quieran seguir considerándose humanas. Los que nos dedicamos a la comunicación, quienes ejercen la profesión de periodista, aquellos que detentan la propiedad de los medios de comunicación o los dirigen, todos los que acudimos a expresarnos en las redes sociales y otros entornos en los que transmitimos noticias, ideas o emociones tenemos que hacernos la pregunta: libertad de prensa ¿para qué?
La respuesta de tan cierta y repetida se ha hecho tópica y en muchos casos no es algo que modifique significativamente comportamientos sociales.
Sin embargo, es evidente que el desarrollo ordenado de un sociedad libre exige en su catálogo de comportamientos gubernamentales y no estatales aquellos que defiendan mejor una libertad de prensa capaz de cumplir su función de informar, entretener y suscitar creaciones y nuevos aprendizajes.
A este marco normativo y efectivo corresponde, recíprocamente, que quienes usan la pluma, el micrófono, la cámara, el escenario o el teclado en esta Civilización de las Pantallas ejerzan con responsabilidad su oficio y lo colmen de profesionalidad.
El Día Mundial de la Libertad de Prensa elije cada año un lema que centre la atención y un país desde donde alzar al mundo su voz a favor de este derecho, que es también un don. Desde Costa Rica, el lema de este año es “Hablar sin riesgo: por el ejercicio seguro de la libertad”.
Pero ¿a qué riesgos queda expuesto el que habla? Hemos visto las cifras de muertes de periodistas. Las dimensiones y repeticiones de secuestros, amenazas, insultos, humillaciones y discriminaciones por expresarse con libertad son imposibles de cuantificar: sólo de vez en cuando conocemos hechos de esa naturaleza.
Por otro lado, además de todas esas conductas de expresa violación de este derecho que eliminan a periodistas o constriñen el marco exterior de comportamientos, hay otras dos vías más profundas de coerción, vías implícitas, que frenan el crecimiento a pulmón abierto de la libertad de expresión.
La primera es la llamada “corrección política” que, en tantas ocasiones ocupa extensamente espacio vital e intensamente capacidad mental en dimensiones tan importantes que lo de “corrección” no es más que la máscara odiable de una cárcel social: sus rejas son invisibles, pero recias y de mayor perversión: asfixian las ramas, los lenguajes por donde debería circular libérrimo el pensamiento en la savia de los medios.
La segunda es la formación, o mejor su insuficiencia en muchos casos respecto de la fundación de un sana conciencia y del conocimiento acerca del valor de cada persona. Aquí nos son las ramas: aquí es la raíz la que corre riesgos ¿Vale todo? ¿Libertad es que hago lo que quiero con los hechos y con la información? Los casos de invasión abusiva de la intimidad; la formación de periodistas sin referencia a una antropología que considere a la persona humana como alguien con componentes éticos y morales y otros casos de reduccionismos de la dignidad humana son larvas de la carcoma que herirá, en algunos casos de muerte, la integridad del periodista o el comunicador justamente allá donde se labra la libertad de expresión: el pensamiento y el espíritu de transmisión de verdades, de bienes y de belleza.
La vía de la Libertad de Prensa queda intransitable a base de lenguajes acomodaticios y almas encerradas. El calendario internacional de esta convocatoria de un Día de la Libertad de prensa lo asumió la UNESCO tras la reunión de Windhoek (Namibia, 1991), en la que periodistas africanos lo instaron en una Declaración según la cuál la “condición previa para la libertad de prensa es la existencia de un entorno de medios de comunicación libres, independientes y pluralistas”. Efectivamente, libertad, independencia y pluralismo son condiciones del entorno. El entorno se crea y se fortalece en todos los casos desde el interior: del suyo y del mío.
José Ángel Domínguez Calatayud