En la sociedad actual hay comunicación. Para algunos mala comunicación y para otros buena. La coincidencia en Occidente es que la comunicación actual goza de un alto índice de emisión. Es decir, por la parte de la oferta (información) no hay sustanciales quejas en cuanto a la cantidad. Por ejemplo, sólo con la televisión por cable de mi casa tengo acceso a 130 canales desde donde se lanzan mensajes de modo constante. Cantidad, la que se quiera. Otra cosa es la calidad.
Por el lado de la demanda, con las excepciones que se quiera, hay una actitud acrítica de escasa selección y los consumos – en prensa escrita, oída y televisión – se concentran en pocos productos.
Los hombres y mujeres de nuestro entorno reciben impactos de contenido o de entretenimiento en número muy superior al de otras épocas, con un reducido margen para el análisis y, muchas veces, sin un fondo de juicio o criterio consistente para realizarlo.
La extensión de aparatos móviles receptores de información (tablets, smartphones) o de reproducción de creaciones artísticas (iPod, etc.) hace que en todo tiempo y lugar – incluso mientras se comparten espacios con amigos o familia – los ojos y los oídos de muchas personas estén siendo objeto de un imparable bombardeo de datos externos, de mensajes impensados y de expresiones estéticas indiscriminadas.
La imagen física que se me viene a la cabeza al considerar este fenómeno es el de la “arena eólica”. Con motivo de la adjudicación a 14 empresas (12 de ellas españolas) del proyecto Haramain High Speed Tail –HHR, que unirá con tren de alta velocidad las ciudades árabes de Medina y La Meca (449 kilómetros), ha surgido la necesidad de atender lo que un informe oficial de una de las empresas del consorcio denomina “determinadas innovaciones tecnológicas que hasta el momento no han sido apenas abordadas por los fabricantes y administradores ferroviarios”. El citado informe cita tres, básicamente vinculadas al hecho de que es la primera vez que se construye un largo ferrocarril de alta velocidad atravesando terrenos desérticos de la península arábiga.
Uno de esos tres aspectos novedosos y que encierran riesgos es el fuerte viento de arena que batirá sobre los elementos de esta obra pública. El viento del desierto de persistente impacto produce diversos efectos: pérdida de elasticidad y comportamiento mecánico del balasto; abrasión y desgaste de los raíles, afección al tipo de aisladores para la Línea Aérea de Contacto y una diferente tasa de desgaste del hilo de contacto con frotadores de grafito en zonas de alta polución ambiental.
Si nos fijamos solamente en esa abrasión y desgaste de los raíles, podemos tomar conciencia de que no se trata de una mal cualquiera, sino que proteger los raíles frente al azote abrasivo de la arena del desierto supone una prioridad sabiendo lo que está en juego en una inversión superior a los 6.700 millones de euros: hablamos de mucho transporte y de muchos peregrinos: 160.000 viajeros/día se trasladarán a 320 kilómetros por hora entre las dos capitales del islamismo. Bajo sus pies, el piso del vagón y bajo las ruedas del vagón, vías sometidas a un tratamiento de chorro de arena imperceptible pero gravemente deconstructivo.
Le pregunto a Ramón A., mi ingeniero predilecto, y me informa: “ABRASIÓN : Del latín “Abradere” (raer). Erosión originada por el rozamiento de un material duro sobre otro más blando”. También me da fotografías y material de estudio.
Afortunadamente, los responsables de proyecto Ave Medina-La Meca tienen este tema entre sus prioridades de I-D-i y con los buenos ingenieros que hay en España darán con una solución. Es digno de aplauso, además, que antes de poner la primera traviesa se haya puesto la primera piedra de sensatez que es la previsión.
En el mundo del tráfico de ideas, gustos y bienes no tangibles es necesario un repensar sobre el grado de abrasión que sufren los públicos.
Algunas legislaciones toman cautelas sobre el daño que determinadas imágenes, sonidos, gestos y palabras pueden causar en los niños y adolescentes. Acerca de la suficiencia de esas medidas no hay unanimidad entre los actores. Las prioridades de las empresas, algunas excesivamente fundadas en los beneficios, no están siendo precisamente un aliado. Los intereses partidistas de los gobiernos en los medios de comunicación tampoco ayuda cuando anteponen ideología a persona.
Y, mientras, el bombardeo sigue. El entorno formativo – familia, colegio, club, asociación altruista, organización de usuarios – puede ayudar mucho a dar criterio comunicativo y vital.
Criterio comunicativo para ayudar al discernimiento entre el error y la verdad, entre lo bueno y lo perjudicial, entre lo bello y lo menos bello.
Y criterio vital, para acentuar la personalidad y la fortaleza de jóvenes y adultos de modo que el tiempo de exposición a la “arena informativa” se acompañe de otras actividades y de otros afanes. No sé si lo han pensado, pero los auriculares taponan los oídos.
José Ángel Domínguez Calatayud