«Si quieres la verdad debes buscarla tú mismo. Eso es lo que les da pánico: tú”. La frase anterior la pronuncia el protagonista de “El Quinto Poder”, un Julien Assange encarnado por el actor Benedict Cumberbatch. La cinta, estrenada en Estados Unidos el pasado 11 de octubre, está pensada para dar a conocer y hacer respetable la actividad del señor Assange y el llamado Wikileaks, es decir la mayor captación y masiva difusión por personas no autorizadas de información secreta de los últimos años.
La transgresión, el anonimato y el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo de Internet, están en la base de Wikileaks: el dar a conocer hechos que los demás poderes ocultan, hacerlo sin intermediación empleando Internet y alimentarlo en las redes desde el anonimato es el procedimiento de esta actividad.
Supongo que cada uno de nosotros tiene en su pasado – o en su presente – cosas que no desea que se conozcan. Cada un tiene “su alma en su almario”, pero también algún muerto en el armario. La triada poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial componen las clásicas fuerzas organizadas en los regímenes democráticos que mediante el ejercicio separado de sus competencias están llamados a garantizar la seguridad jurídica, el ejercicio recto del poder, su control y el bien común contenido como mínimo en los Derechos Humanos.
El Cuarto Poder, término atribuido al pensador y político irlandés Edmund Burke (1729-1797) para designar a la Prensa, vino a definir durante los dos últimos siglos la actividad que ésta – y luego la radio, la televisión y otros media – realizaba que acababa sirviendo de control de los otros tres poderes a través de ejercicio profesional y organizado del derecho a la información como libertad para investigar, analizar y divulgar cuando convenga cualquier materia de interés público y hacerlo de modo masivo.
Sin embargo el acceso a fuentes de información por otros actores sociales y, más que nada, la posibilidad técnica de redactar y de emitir por Internet textos, sonidos e imágenes por casi cualquier ciudadano a una gran cantidad de público, ha hecho nacer un poder nuevo o, mejor dicho, muchos micropoderes nuevos. En la práctica no hay un Quinto Poder – tampoco había un solo Cuarto Poder – sino una ilimitada agregación de quintos poderes. Por ejemplo, un ciudadano sin más facultades que su habilidad para poner en marcha la función “cámara de video” de su Smartphone está en condiciones para grabar y difundir de modo irrestricto imágenes que algún poder político, económico (incluido el sindical) o mediático no desearía ver divulgadas. Qué decir de las fotocopias de documentos confidenciales y de las virtualidades de los mensajes de texto.
El estreno del Quinto Poder coincide en el tiempo con un artículo de D.T. Max en The Newyorker en el que ofrece una semblanza, un trazos de la personalidad de Jack Dorsey, fundador y CEO de Twitter. Dorsey no aparece con perfiles pensador ni de político. Sí tiene mucho de observador de colmenas, puentes y árboles como un tecnoesteta tipo Steve Jobs del desorden sobre un orden sistémico, y aunque cita a Neruda – “Necesito del mar porque me enseña” – declara que no bebe de la poesía sino como capacidad para narrar en pocas palabras: “getting something down to its essence, the economy of words”.
Pero en este huracán llamado Quinto Poder, Jack Dorsey y su Twitter actúan, no sé si él es consciente de ello, como un generador de nuevas energías, un proveedor de cubiertos para la gran cena en torno a la verdad. Su herramienta le sirvió a la senadora demócrata por Tejas, Wendy Davis, como describe el artículo, para actuar de modo filibustero leyendo los tweets que le llegaban de manera inacabable para intentar frenar, a base de no dar término a su discurso, la aprobación de la propuesta Senate Bill 5 que pretendía poner límites al aborto más allá de la vigésima semana de embarazo. Consiguió en primera instancia su propósito, si bien finalmente, en otra votación posterior, fue aprobada esta medida a favor de la vida.
Cuando cada uno es poder, como dice la portada de TIME, esto conduce a unas cuantas interrogaciones.
Si existe ya un Quinto Poder, ¿es ilimitado? Y si es ilimitado ¿cómo afecta al bien común, al bien de la sociedad?
Si existe un Quinto Poder ¿quién lo detenta de facto? Me llamó la atención un artículo titulado “La Red, un Continente de Izquierdas” firmado por Guy Sorman y publicado en ABC.
Si existe un Quinto Poder y su arma es la difusión masiva e inmediata – sin mediación – de hechos que están bajo su dominio, ¿Sabrán distinguir estos entre hechos y realidad, entre lo que ven y lo que no ven pero compone toda la verdad?
¿Buscarán la verdad siempre y también dentro de sí mismo quienes adoran el anonimato?
En relación a los hechos que van a ser masivamente difundidos por los wikimen ¿cómo los articularán con otros valores: honra debida, fama a respetar, vida física de los protagonistas? No parece exagerado afirmar que el ejercicio del Quinto Poder no se legitima actuando contra el Quinto Mandamiento, ni contra los otros nueve.
En definitiva el uso de la información no es un fin en sí mismo, sino que está al servicio del Hombre y de su Verdad. Tiene razón el protagonista y nos vale a los que vivimos interesados por la Comunicación: “si quieres la verdad, debes buscar tú mismo”. Por eso, por mi propia integridad como hombre, habré de buscar dónde está y emplearla para el bien, no para causar pánico.
José Ángel Domínguez Calatayud
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