Frente a etiquetas, personalidad

Para la presentación de su segunda novela mi amigo eligió bien dos cosas imprescindibles: un buen hotel de la ciudad y una locutora brillante de una conocida cadena de radio. En un momento del evento, haciendo con su mano derecha un amplio arco que abarcaba a los asistentes, la presentadora pareció querer justificar la tipología del público y lo hizo con la contundencia que tienen las contradicciones:

.- Los que estamos aquí podemos definirnos como gente sin etiqueta.

Por pura lógica y desde ese mismo momento todo ese público quedó inmediatamente etiquetado con la señal de los “sin etiqueta”, lo que de todos modos era manifiesto por el desaliño indumentario reinante y la voracidad depredadora – tan propia de los “sin etiqueta” – con la que atacaron después lo  canapés.

Etiqueta personal

Etiqueta personal

La psicología estudia esa reacción que tenemos cuando nos presentan a alguien y enseguida lo tipificamos: cani, pijo, intelectual, frívolo, limpio, atractivo, estúpido, sofisticado… y así, en unos segundos, queda una persona marcada – de ahí el término “marca” en personas y empresas – de manera tal que, nuestro inconsciente le pasa la carga de la prueba al otro, para que sea él (o ella) quien demuestre que nos equivocamos en la instantánea que por nuestra cuenta grabamos de cada personaje. Como sabe todo pretendiente antes de una cita, no es fácil deshacer la primera impresión que producimos en la otra parte.

Eduardo Verástegui

Eduardo Verástegui

De la misma forma nos pasa en el teatro, en la vida social y en el cine. Se lo oí a Eduardo Verástegui, ese guapo actor mejicano, mientras comíamos en el campo: él dio un giro a su vida personal y profesional para defender valores y romper lanzas por lo hispano. Trabaja para cambiar el cliché que se había impuesto en el cine norteamericano a los nacidos al sur de Rio Grande: portorriqueños, mejicanos, dominicanos y otros ciudadanos hispanos figuraban casi siempre en las películas como traficantes de droga, prostitutas, proxenetas o cualquier otro tópico degradante.

La misma reacción de justa rebeldía, en este caso a favor del italiano, tiene Stanley Tucci, el gran actor que mejor hace de artista secundario. Dice él en una entrevista con Bertran Eisenhauer (Frankfurter Allgemeine, 16/11/2013): «Los italianos se perfilan en el cine casi exclusivamente como un gánsteres. Me pregunto si no hay declaración de amor, pero cada vez que usted veía a un italiano, es porque pertenecía a la mafia o, al menos, estaba a punto de ser corrupto. Hoy las cosas son diferentes, pero hasta hace siete u ocho años casi no había un profesor o un médico con un apellido italiano en la película, a menos que de alguna manera tuviera una conexión con la Mafia”.

Los expertos en imagen, los creadores de Personal Brand, o los que trabajamos para reforzar las carreras de Iconos, nos vemos enfrentados una y otra vez a la existencia de clichés. La huella de la percepción es un material extremadamente rígido que se reblandece al calor del prestigio.

Stanley Tucci

Stanley Tucci

Destaca en esto un tipo de persona como Stanley Tucci, con el carácter de gran intérprete, que barre prejuicios con la estela de una carrera a prueba de retos.  Su filmografía es extensa y exitosa: Desde su modesto papel de soldado en “El Honor de los Prizzi”, pasando por su interpretación como el director artístico Nigel en “El Diablo viste de Prada” o su paciente función en “Julie & Julia”, o en series televisivas como Murder One, nos han dejado un gran actor de estirpe italiana injertando sabia y sabiduría en su Nueva York natal.

Andy & Nigel ("Devil wears Prada")

Andy & Nigel («Devil wears Prada»)

 

Idea fuente: lo que eres importa más que lo que aparentas y mucho más que aquello que te encasilla.

Música que escucho: “Suddenly I See (versión de la película “Devil wears Prada”)  KT Tunstall (2005).

131118 Dedo tú

 

 

 

José Ángel Domínguez Calatayud

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