
Harrods Christmas
Mi prima Margarita está en Londres. Suele aprovechar su viaje empresarial de fin de año para el cierre del ejercicio económico de sus negocios y para hacer compras navideñas. A su vuelta, la familia siempre le recibe con los brazos abiertos y sinceras muestras de aprecio: sus regalos suelen ser lo más “in”.
Al salir ayer tarde de Harrods, Margarita se encontró a Fiona, directora artística de una cadena de TV con oficina en la City, amiga y compañera de los años del College. Tras los saludos y la alegría por el reencuentro entre los empujones de Brompton Road, mi prima, con su incisiva intuición, mirando los ojos gris perla de su amiga percibió un fondo de intensa emoción, contenida por la buena educación.
.- Fiona, ¿te ocurre algo? ¿Estas bien?
.- ¡Oh!, muy bien… Sí, bien, pero que muy bien – dijo ladeando la cara con una sonrisa entre dulce y mansa.
.- Somos amigas, Fiona. Respeto tu intimidad, pero si crees que te hace bien contarme algo, puedes contarme lo que quieras – Margarita pertenece al selecto grupo de las personas muy ocupadas e inteligentes. Un rasgo común a las personas muy ocupadas e inteligentes es que siempre tienen tiempo para escuchar. Y para abrazar en el suyo la tribulación del corazón amigo.
.- Ok, Margarita – repuso la amiga -. ¿Tomamos un té? O para ti a esta hora, mejor una cerveza. ¿No es así?
Se dirigieron al Bulgari de Knightbridge Green, y entre la moderna ornamentación de estilo orfebre italiano del bar, con unas Guinness por delante, Fiona le contó la historia siguiente.
Esta mañana caminaba deprisa a mi oficina en la City. Tenía una reunión y ya iba tecleando por Whatsapp indicaciones; ya sabes: para que todo saliera perfecto. De pronto en la esquina de James St. con Oxford St. iba caminando tan absorta y con la cabeza hundida en la pantalla que no vi a la señora que venía de frente. Se me cayó el móvil, pero ella acabó en el suelo, y de un paquete que llevaba salió ropa de bebé que se desparramó en un charco.
Ayudé a levantarse a aquella mujer y me quedé como muerta. Estaba en avanzado estado de gestación y era muy joven, casi una chiquilla con un rostro de la más delicada belleza que te puedes encontrar; no digo que me mirase, eso significa poco, sino que salía tal dulzor de luz de aquella mirada que me ardió dentro. No me recriminó el choque del que yo era culpable. Mientras se sacudía las gotas de su abrigo me decía.
.- No te preocupes de mí, yo estoy bien…los dos estamos bien – dijo luego pasando su mano por el vientre mientras seguía mirándome a la cara con una sonrisa -. Lo importante es que tú pareces estar necesitada de algo de serenidad.
Después mientras yo le devolvía aquellos pañales mojados añadió sin dejar de sonreírme:
.- Cada uno tiene que llegar a su Belén. ¿Dónde esta el tuyo?
No le respondí; no sabía que había querido decir, pero me ofrecí a llevarla a un centro médico y a comprarle la ropa que por mi culpa había quedado inservible.
.- No. Vamos hacer otra cosa…
.- Fiona, me llamo Fiona.
.- Yo Mary. Vamos a hacer otra cosa, Fiona, yo te acompaño a ti – Y cogiéndome del brazo me apretó hacia sí con indescriptible ternura y una fortaleza que no pude rechazar; su cálida cercanía atraía, del mismo modo que una niña pequeña no rehúye, sino que busca apretarse a su mamá yo dejé que me llevara…pero esta mujer era apenas una chiquilla y ni siquiera era británica.
Cuando apenas habíamos recorrido dos manzanas cogidas del brazo, andando a buen paso entre empleados presurosos, me di cuenta de que había empezado a contarle llanamente mi vida y, sobre todo, las angustias que venía pasando con Tim, mi marido.
El resumen es fácil: los horarios de ambos iban haciéndose cada vez más incompatibles. Él se va temprano de casa para atender el Wimbledon Park Golf Club. Cuando yo me levanto él ya se ha ido. Obviamente no comemos juntos. Y mi trabajo como directora artística en la TV tiene puntas de trabajo que me hacen quedarme hasta las tantas. Sin contar los viajes: los de él y los míos.
.- Ven entremos aquí – me dijo Mary y me arrastró dentro del Hard Rock Cafe de Old Park Lane. Pidió un té para mí y para ella un descafeinado con mucha leche.
.- Perdona, Mary pero tengo que llegar a una reunión…
.- Ya no. Pero a lo mejor puedes iniciar el retorno a tu Belén. ¿Dónde está tu auténtico Belén, querida Fiona? – volvió a preguntarme.
.- No te entiendo – le dije mientras mecánicamente sacaba de mi bolso el móvil y veía el último wahtsapp de mi director ejecutivo: “reunión aplazada a semana próxima. Tómate el día y feliz Navidad”.
.- Me entenderás si miras en tu interior… y si caminas, niña, a tu Belén.
Por el espacio transparente de la cafetería sonaba el Nº 1 del Official UK Top 40, “Somewhere only we Know” de Lily Allen, con que la firma John Lewis había hecho el hermoso y popular anuncio de su campaña de Navidad.
.- ¿Qué puedo hacer? – gemí -, Tim me va a dejar… – una silenciosa lágrima resbaló mejilla abajo por mi rostro.
.- Belén es como esa canción: el lugar que sólo nosotros conocemos; allí donde vamos a encontrar la luz cuando, por hacernos más mayores de lo que realmente somos, apagamos el amor. Es costoso. Se pasa frío en el camino. Pero al andar, al darte, no se calientan tanto los pies como las velas de la felicidad que hemos ido apagando, muchas veces sin querer, para perseguir el vacío. Belén, querida Fiona, es la paz inconmovible, la alegría, el lugar al que se vuelve para amar tu verdad más verdad y tu camino más sencillo.
Un mensajero entró trayendo el paquete que había pedido en una de las paradas.
Eran unos vestidos muy monos y unos pañales nuevos y blancos para el niño de Mary. Ella se resistió un poco –seguro que sabía que los había pedido – y no quiso aceptarlos, hasta que le dije que eran parte de mi primera etapa a Belén.
.- Bueno, Fiona: estos pañales serán lo segundo que vea cuando nazca, porque lo primero será mi boca diciéndole que te debe una.
Cuando volví a mi sitio después de acercarme a pagar ella se había marchado. Sólo quedaban las dos tazas vacías y el móvil que reía vibrante con un mensaje de Tim: “Espero hasta que llegues a ese lugar que sólo nosotros conocemos”. Sí, el Hoyo 19 del Wimbledon Golf Club.
José Ángel Domínguez Calatayud
Nota: este cuento puede también leerse en el primer lugar donde se publicó, blog Golf & Manners del digital Hechos de Hoy
Idea fuente: Ir al propio Belén empieza por buscar la belleza y el bien dentro de uno mismo
Música que escucho: «Somwehere only we know» Lily Allen (2013)
2 respuestas a La mujer que encontró su Belén en el Hoyo 19