Ayer asistí al estreno de “En el último minuto”, cortometraje dirigido y producido por el periodista Ángel Pérez Guerra, protagonizado excelentemente por Pilar Domínguez, y en el que más de ochenta personas han colaborado sin subvención ni privada, ni pública.
Dos ideas se imponían solas cuando, bajo el unánime aplauso de una abarrotada sala, desfilaban los créditos. La primera idea es la dureza de la maternidad en situaciones de excepcionalidad: abrupta sorpresa ante el niño que viene, presiones sociales, marginación y una soledad inmensa. La segunda convicción es que una ideología sin alma no es un camino viable ni para la madre, ni para una sociedad humana. Por antonomasia, tampoco es viable para el diminuto niño cuya vida late bajo el corazón de la mujer.
Por eso la salida – porque hay salida – es la esperanza a la que ya hay gente poniendo patitas y una sonrisa. Los grupos que actúan en favor de la mujer – ¡qué lejos de la mortal frialdad de las clínicas abortistas! – ofrecen un rostro de humanidad y, también, oídos que escuchan, manos que ponen pañales y ordenan canastillas y un fuerte espíritu de serena contribución a superar el drama, que lo es.
La puesta a disposición de este filme es una gran oportunidad muy oportuna.
En estos días, con el Ministerio de Justicia dubitativo y perplejo frente a la defensa de la vida (la del niño malformado es una vida de un niño humano), con la sin razón a favor de un “derecho a decidir” de la mujer sobre la continuidad del que lleva dentro, y con una cachazuda indiferencia en amplias capas de un sociedad cansada, abotargada, cosificada, en estos días, digo, esta película es luz y afirmación muy puntual: que llega a su hora.
Porque no estamos en la hora de abortar esta sociedad, ella sí malformada en su conciencia, sino de presentarle la verdad de que no hay forma humana mala si uno le pone encima la mirada limpia y el amor para salir adelante.
No hay nadie menor. Nadie hay con menos derecho a vivir. Veía ayer un reportaje de Wimbledon. Las imágenes eran de hace un año y mostraban el ejemplo de superación de Lee Duck-hee, el entonces jugador más joven de la ATP, coreano sordomudo. Se puede llegar a profesional con esta limitación, pero lo definitivo es que, se llegue o no, antes de coger la raqueta tuvo la oportunidad de vivir. Ahora está el número 11 del ranking junior (ITF), y ha ganado 24 partidos y perdido 7.
El partido de la vida es también “inspirador”, como calificaba Rafael Nadal el recorrido deportivo de Lee. Muchas mujeres lo saben en sus entrañas y en los ojos que miran los ojos. Muchas familias lo pelean con el apoyo de los mejores: Ángel, Pilar, Rosa, Viky. Usted misma, y usted mismo, todos podemos jugar el único e inspirador partido de salvar vidas a poco que el foco de la película nos roce con su coraje.
Idea fuente: toda vida, por sí misma, merece ser preservada de eliminación.
Música que escucho: «A world to believe in«, Celine Dion (2007)
José Ángel Domínguez Calatayud
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