La capacidad de comunicar, así, genéricamente, es un de las capacidades que distingue a los humanos de otros seres. Comunicar es algo más allá – y “más acá” – de emitir sonidos a uno o varios interlocutores y que estos respondan. La clave es la persona y el libro de descifrado la conciencia con buen criterio, leído a luz de sanas potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad.
En el caso de los políticos que buscan el bien común – en algunos casos sólo búsqueda del poder y su mantenimiento – la televisión es una herramienta prácticamente imprescindible.
Piensan que es la llave maestra, el principal útil para enviar sus mensajes, pero no les vemos poner mucho empeño en conocer el Manual de Empleo.
En Venezuela, el programa “Aló Presidente” del extinto Hugo Chavez, en el que lo mismo atacaba a sus oponentes que resolvía dudas de sus electores, ha sido seguido por su sucesor Nicolás Maduro con menos éxito.
Pablo Iglesias, fundador en España de la exitosa candidatura “Podemos” surgida, sorprendente y abrupta como una erupción volcánica, para las Elecciones Europeas, sigue teniendo sus minutos de espacio televisivo en formato tertulia de La Sexta. La lava de sus invectivas petrifica en negro a los ciudadanos de un lugar llamado política, quienes lejos de huir del espanto, acuden directa o telefónicamente con el ansia de rebatir el argumentario despectivo, utópico, ácrono y populista de este eficiente comunicador. Algunos y algunas no han aprendido a descifrar las sencillas maneras de la comunicación televisiva.
Ser creíble es lo primero, ser empático es lo segundo y tener algo que interese a los televidentes es primordial. Las tertulias son para los comunicadores públicos como el transporte de dinamita en un turismo por una pista del rally de Dakar. Salir por los aires es una consecuencia altamente probable sino se ha aprendido a manejar.
Para eso, mejor hacer como Sarah Palin.
La llamativa y beligerante ex gobernadora de Alaska es objeto de atención en The Newyorker por parte Andy Borowitz. Con la ironía en el título – Millions pay for rare opportunity to hear Sarah Palin speak – el colaborador habitual del semanario neoyorkino nos cuenta la puesta en marcha por parte de la lideresa de su propia cadena televisiva en streaming, la Sarah Palin Channel: es de pago – 9,97 % – y ya tiene millones de espectadores que curiosean las duras críticas contra Obama, su way of life de madre de familia, o sus ideas para cambiar Estados Unidos y con él, el mundo.
En España no se ha dado este fenómeno de políticos con su propia cadena de pago directo: a los que detentan los distintos niveles de gobierno parecen satisfacerles las que pagamos los contribuyentes con los impuestos. Los de la oposición se sirven de las tertulias. Y, en el caso de las minorías les quedan las performances, es decir, generar noticias que abran telediario: “Ocupemos Gibraltar”, que diría en Facebook Diego Cañamero, líder sindical, fijo discontinuo.
Idea fuente: La comunicación no es para el final. Tampoco la del personaje público.
Música que escucho: «Time in a bottle«, Jimmy Croce (1973)
Jose Ángel Domínguez Calatayud