Se lamentaba la semana pasada Jack Heath en su artículo “Are you becoming a robot? Teen books can still teach us about ethics” (The Guardian 09/07/2014) de que “en la escuela secundaria, aprendí a usar un mechero Bunsen, para resolver una ecuación de segundo grado, y también a pretender que yo había estudiado para mis exámenes. Pero no tuve clases que se dedicaran a la ética. Nunca se nos enseñó a distinguir el bien del mal – de ahí toda la falta de honradez relacionada con los exámenes”. Jack Heath es hoy un joven pero reputado novelista: cinco de sus siete novelas cuentan con robots; la última es Replica.
De esta falta de educación en temas de moral durante las clases que recibió en el colegio el autor hace una excepción: las clases de Literatura (Lengua inglesa) donde gracias a la ficción hubo de enfrentarse a cuestiones como pensar en quién, en el Romeo y Julieta de Shakespeare, mató a Romeo –“¿fue Julieta, Fray Lorenzo o él mismo?”.
En un mundo acoquinadamente correcto, a base de ingentes dosis de relativismo con ayuno de Moral, se está desposeyendo a los niños y jóvenes de una sabiduría crítica, que los capacite para determinar por sí mismos qué es lo justo y qué lo injusto, lo compasivo, lo impío, lo honorable, lo mezquino.
Para el autor, la Literatura y particularmente las Novelas están tomando el papel de los educadores – familia y profesores – cuando adelantan soluciones éticas en sus personajes eludiendo en la ficción la propia responsabilidad. Técnicamente es cierto que no habrá respons-abilidad, porque en la ficción al lector no le corresponde dar la respuesta a la acción. Pero como indica Heath “ellas (las novelas) nos ayudan a encontrar respuestas éticas a las preguntas que aparezcan en nuestras propias vidas. Nunca me han pedido ayuda encubierta para un asesinato –dice este escritor-, pero gracias a Donna Tartt de “La Historia Secreta” sé qué decir cuando se me pida… que es ‘no’”.
La observación del joven autor da otra vuelta de tuerca para descubrirnos cómo la “humanidad” de que se priva a muchos jóvenes en la educación está siendo trasladada a los personajes de ficción: a los robot.
Cada vez con mayor intensidad en la literatura se dota de capacidades humanas a los robots y se desea por creadores y públicos que estos seres artificiales experimenten emociones, expresen sentimientos y sepan resolver dilemas éticos. Parece que no nos importa que un robot esté capacitado para decidir de acuerdo con una “conciencia”, mientras los respetos humanos bloquean esta capacidad a toda una generación.
Un robot tiene que tener una amable sonrisa cuando le hablamos, pero el joven puede seguir con la mirada sumergida en el pozo mecanizado del videojuego. Los seres humanos estamos cada vez más mecanizados. “Incluso aquellos de nosotros que no tenemos ningún miembro ni órgano artificial utilizamos coches en vez de piernas, teclados en lugar de cuerdas vocales y cámaras en lugar de recuerdos. He externalizado más y más de mi cerebro a un teléfono inteligente. Cuando se me rompió el año pasado, me sentí como si me hubieran practicado un lobotomía”, nos cuenta en el artículo citado.
“Las distinciones significativas entre humanos y androides están desvaneciéndose”. El propio libro de Jack Heath – Réplica – llega a plantear de algún modo la cuestión sobre la identidad: “si usted es un duplicado mecánico de alguien, con todos sus recuerdos, ¿en qué sentido no es usted uno de ellos?
Recuperar la formación de una conciencia recta parece un reto de este mundo, que podría revalorizarse en estas semanas a la vista de una humanidad literalmente devastada.
Idea fuente: hacer de los jóvenes personas de criterio: utilidad de la ficción para crecer.
Música que escucho: “Teach Your Children”, Crosby, Stills, Nash and Young (1970).
José Ángel Domínguez Calatayud