A Teresa Romero en el día de su santo

He empezado a escribirte con tiempo antes del día de tu santo, porque presentía que me iba a costar. No suelo tardar mucho en redactar un mensaje de felicitación, un festivo post celebrando un santo. Pero el tuyo es distinto. Tú eres distinta y estás en una condición singular. Eres especial. Tan especial como cada uno de esos cerca de nueve mil niños y adultos de Guinea Conakri, Liberia o Sierra Leona afectados por el filovirus del ébola. Sí, eres algo más que especial.

Teresa Romero

Teresa Romero

Tan especial, Teresa, que eres una de esas personas que sufren como efecto del servicio a otros, en tu caso a un misionero contagiado y que murió poco después: gracias por ello, Teresa. Tan especial eres que no sé cuándo te llegarán estas letras, ni si podrás leerlas. Tan especial, que eres la única Teresa aislada que felicitaré en su santo.

Fíjate que he escrito aislada, pero no distante, ni mucho menos sola. Tengo una hermana con ese nombre que está lejos, en Bilbao, pero tampoco está distante. Y tengo amigas Teresas también en Pamplona, Málaga, Sevilla que podré este día de vuestro santo contemplarlas en el centro de mi plegaria, como a ti. Ahí te pongo ya para desearte una felicidad grande, muy grande.

Ahora, te imagino en esa habitación a la que no tienen acceso más que otros médicos y sanitarios. Caminan lentos, enfundados como amarillos plátanos de goma, completamente cubiertos para evitar el contagio que tú has sufrido y que te tiene entre fiebres, respiración asistida y angustias sobre el desenlace.

enfundados como amarillos plátanos de goma

enfundados como amarillos plátanos de goma

Pero el dolor, la fiebre y los temores no son, Teresa, el final. Podrías verlo todo como una oportunidad para ser todavía más grande. Los que te atienden dicen que eres buena paciente. También buena persona. ¡Claro que sí!, y acaso por eso elegiste tu profesión, porque servir te pareció una gran tarea. Además me han dicho que te presentaste voluntaria para asistir al misionero contagiado. Me parece heroico y te has convertido en alguien más fuerte que tu vulnerable cuerpo y que su agresor. Por eso digo que es una oportunidad para ser mejor.

El sufrimiento es un misterio que interpela hasta la raíz de lo que somos y queremos. Pero un misterio no es una oscuridad si no le damos la espalda. De hecho, la oscuridad puede venir de no aceptar el misterio. Hay una luz en lo que te ha pasado que sólo tú podrás descubrir. Quizás por tu oficio estás en mejores condiciones que otros para penetrar la realidad del dolor y su capacidad para hacer crecer el alma humana…la tuya…las nuestras.

De momento, ya sabrás cuántos estamos pendientes de ti. Me refiero a los que deseamos tu completa curación. Por tanto, no menciono aquí a dos tipos de personas: a quienes en su miseria interior calculan lo peor para hacer con ello daño a un tercero, y  a los que separan tu enfermedad de ti misma, como algo que sucede y en lo que tú serías un accidente sin importancia para sus fines.

Cuántos estamos pensando en ti

Cuántos estamos pensando en ti

Todos debemos repetirnos, Teresa, que eres especial y que queremos tu vida y salud por ti misma y por los tuyos. Ahí, en esa plantas de clausura médica del hospital, están contigo compañeros y compañeras de trabajo, las empleadas de la peluquería y, sobre todo, está Javier, tu marido. ¡Cuánto debe estar pasando por ti!

Se me ha ocurrido que vuestras penas, una vez pasadas, os servirán a los dos para aliviar el ambiente: al unirse pronto en el abrazo del reencuentro tu apellido y el suyo – Romero y Limón – tendrán la fuerza de esparcir por esta tierra otoñal y fría que tanto lo necesita un poco de aroma de serenidad, algo así como una sorprendente primavera:  azul romero de deseos de paz y fresco limón de ilusión y amor a la vida que compartimos.

Aroma de serenidad

Aroma de serenidad

De verdad que con todas las veras del corazón esperamos, deseamos y rezamos por tu curación pronta y por tus sonrisas: las echan ya en falta por donde las repartías tantas veces a otros enfermos que, como tú ahora, yacían doloridos en las camas del mismo hospital.

Teresa, vas a ganar. De tu patrona, que andaba enferma y débil con las nieves y fríos de Castilla son estas palabras: “el que no deje de andar y ir adelante, aunque tarde llega”. Por ello no temas, seca tus lágrimas, que el silencio y la esperanza serán más poderosos porque caminan cogidos de la mano de tu valentía de mujer fuerte.

Muchas felicidades en tu santo, Teresa, y que Dios te bendiga todos los días.

José Ángel Domínguez Calatayud

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