AlphaGo el programa creado por los ingenieros de DeepMind, empresa de Google con sede en Londres, venció en el juego del Go a Fan Hui, campeón de Europa Go, cinco veces de cinco siguiendo las reglas del torneo, y así lo publicaba la revista Nature (Google AI algorithm masters ancient game of Go, Elisabeth Gibney el 27/01/2016). También derrotó el 99,8% de sus encuentros a otros programas de la especialidad.
La semana pasada se conocía que ahora el potente ordenador dejaba fuera de juego al dieciocho veces campeón del mundo, el coreano del Sur Lee Sedol. El juego del Go es extremadamente más difícil que el ajedrez, se juega en un tablero de 19×19 cuadros y requiere una mente estratégica capaz de prever movimientos del adversario más allá de lo común.
El acontecimiento ha vuelto a poner sobre el tapete el papel de la alta programación y los límites de la llamada Inteligencia Artificial (AI en sus siglas en inglés).
El Washington Post (What AlphaGo’s sly move says about machine creativity Matt Mc Farland. 15/03/2016) daba un paso más al detallar las posibilidades creativas de computadoras como AlphaGo. Esto sucedió porque el ordenador hizo un movimiento de una pieza que sorprendió a los comentaristas que seguían por TV la partida. “Realmente no sé si es una buena o mala decisión», dijo Michael Redmond, uno de los mejores jugadores del Go en Occidente. “Me pareció un error”, apostilló su compañero de plató, mientras el propio Sedol se ausentaba de inmediato durante 16 minutos para volver y acabar perdiendo.
¿Había «creado» AlphaGo esa jugada inesperada y altamente sorprendente hasta para un repetidas veces campeón del mundo?
El profesor Pedro Domingos de la Universidad de Washington se hacía parecida pregunta: “si eso no es creativo, entonces, ¿qué es?”. El propio profesor piensa que es de un 50/50 la probabilidad de que una canción escrita por un primo de AlphaGo sea un éxito Pop en la próxima década, o que una computadora escriba una novela que sea un auténtico best seller. Hombre, para poner un libro en la lista de los más vendidos, al menos en España, no hace falta la AI, basta con llamarse Belén Esteban o apodarse Wyoming.
Puede ser también que en la mención que los técnicos hacen a una “creatividad de la inteligencia artificial”, quizás hallemos sólo una inflación de la metáfora acerca de los términos “crear” e “inteligencia”.
Comentaba en la revista Nuestro Tiempo Ignacio Uría (“Pollock o el éxtasis” Nuestro Tiempo, Núm. 686, página 1) que el pintor norteamericano Jackson Pollock intentaba “ser parte física de la tela, caminando alrededor, en todas direcciones”. El creador plástico llegaba a decir “en mi trabajo no soy consciente de lo que hago, ni temo hacer cambios o destruir figuras. Sólo así el cuadro tiene vida propia”.
Puede ser. El arte contemporáneo admitirá sin pestañear un cuadro ¿creado? por la destrucción o por un ordenador.
En el artículo del Washington Post, la reflexión sobre la extraordinaria capacidad de la AI la pone Demis Hassabis, fundador de Google DeepMind: “al igual que con todas las tecnologías de gran alcance, que traen oportunidades y desafíos, tenemos que asegurarnos de que los desarrolladores de este tipo de sistemas – todos los investigadores de AI de todo el mundo – piensen acerca de las responsabilidades éticas que tienen para construir estos sistemas en el camino correcto y desplegarlos para los fines adecuados”.
Hassabis, claro, es alumno de Cambridge, cuyo lema reza: “Hinc lucem et pocula sacra”. El sabe, y todos deberíamos reconocer, que los proyectos humanos, sobre todo los más luminosos, han de contenerse en vasos sagrados como la creación y la inteligencia a las que sirven.
Idea fuente: el ordenador no sustituye al hombre en las luces definitivas.
Música que escucho: Suzanne, Leonard Cohen (1967).
José Ángel Domínguez Calatayud