No es nuevo. Antes que Vetements y la camiseta de DHL; antes que Maurizio Gattelan y su inodoro de oro macizo destinado a exponerse en el Guggenheim de Manhattan; y antes de que otras dimensiones artísticas propongan como excelsos despojos de lo vulgar ya tuvieron lugar performances de parecido propósito.
Recordamos al genio Salvador Dalí diseñando el “teléfono-langosta” y desorbitando del arte cualquier satélite a su alcance – “el surrealismo soy yo”, declararía en la cumbre de lo surrealista.
Lo de Vetements, haciendo transitar por la pasarela de Paris a un modelo con pantalón negro brillante, una camisa abierta, también negra, bajo la cual se ve con claridad la camiseta amarilla de los empleados de DHL, ha suscitado el interés y la reflexión de los expertos.
Mi propia experta ha sentenciado: “eso es una mamarrachada”.
Sin embargo, es posible que tal exhibición sea sólo la parte visible de algo invisible, la manifestación de una postura ante el mundo que aquí no se expresa con palabras, sino con esa herramienta de la cultura visual que se llama Moda.
El propio The Guardian del que tomo la noticia titula “¿Fraude o la subversión? Como una camiseta de DHL se ha convertido en lo que se debe llevar este año”.
De hecho, como dice el digital, desde se pusieron a la venta a mediados de enero en tiendas “top” al precio de 235 euros no cesan los pedidos de esa camiseta, cuyo original en la página oficial de DHL puede adquirirse por 6,50 dólares (5,75 euros).
“¿Qué significaba todo esto? ¿Era una subversión brillante o una estafa descarada? ¿Una apostilla sobre el capitalismo global o una conspiración de la Alta Costura?” se pregunta en su artículo Lauren Cochrane.
Para Aleksandra Szymanska, analista de tendencias en Future Laboratory “están hackeando el sistema de la moda, y son [suficientmente] creíbles para hacer estas declaraciones del kitsch capitalista.»
Es como una risotada en la cara de los clientes de los 90’ y sus ostentaciones de logos LV y CH de Louis Vuitton y Carolina Herrera, respectivamente. “No hay una definición diferente de lujo ahora – insiste Szymanska -, se trata de una declaración visual para llamar la atención”.
La autora del artículo recuerda que en casos como estos “el entorno es todo” y añade cómo hay ejemplo del siglo XX donde se entroniza objetos vulgares como las Cajas de Brillo de Wharhol (1964) o “Fontaine”- en realidad un mingitorio – de Duchamp (1917) presentado en una galería de arte de Nueva York.
Si en estética el contexto lo fuese todo, no cabe negar el éxito de Maurizio Gattelan y su Solid-gold toilet. Sí: el Guggenheim de Manhattan es una caja de resonancia sobre las cosas que hay que admirar. Si está en Guggenheim es “it”, y por ello le dedica un extenso artículo Randy Kennedy en The New York Times, porque es lo que “tiene hoy un significado”.
O no, y entonces hay que volver a preguntarse sobre las raíces de la belleza, dado que sublime es aquello que merece admiración por sí mismo, independientemente de los contextos, las tendencias, los analistas y los críticos.
Existe, claro, el riesgo de exponerse a lo que una señora comentaba en un programa de Carlos Herrera a propósito de la muestras de arte contemporáneo ARCO. Decía la radioyente que se hallaba ella delante de una obra; una persona se detuvo también y se expresó en tono laudatorio hacia la obra expuesta: “¡qué cara; qué gesto!”, y un señor que estaba al lado asintió: “yo me preguntaba los mismo: “¿qué-carajo-es-esto?”.
Idea fuente: la belleza desde lo vulgar, dónde hallarla.
Música que escucho: Purple rain, Prince (2017 en directo). In memoriam del cantante pop, fallecido este jueves a la edad de 57 años.
José Ángel Domínguez Calatayud