Ser Jorah Mormont: The common people pray for rain, health, and a summer that never ends. They don’t care what games the high lords play.
Daenerys Targaryen: What do you pray for, Ser Jorah?
Ser Jorah Mormont: Home
(Del guión televisivo de Juego de Tronos, Temporada 1, Capítulo 4 “Tullidos, bastardos y cosas rotas”).
Es de un libro que le gusta y regala uno de los contendientes en las próximas elecciones generales; la frase de Jorah Mormont, personaje de la narración, podría traducirse “la gente ordinaria reza por la lluvia, la salud y un interminable verano. No les importa si lo altos señores juegan su juego de tronos, mientras les dejen en paz”.
Y me hace pensar en los españoles con derecho a voto.
Sí, de acuerdo, es ficción. Pero ficción y realidad viven como vasos comunicantes en política. Hay un modo de hacer comunicación que sabe aprovechar esas propiedad. No sólo con la cínica idea de que “si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”, como leemos en el 6º de los 11 principios de la propaganda nazi de Joseph Goebbles, sino con el arte de contar la realidad tomando prestadas las alas de la creatividad, la fantasía y la imaginación.
Son pocos los que hacen un relato atrayente. Prácticamente ninguno, y menos trascedente. Incluso los hay que huyen de todo relato, en una repetición aburrida de datos sin vida o en un manoseo tedioso de consignas vacuas, quizás inspiradas por sus gabinetes de comunicación y jefes de campaña.
En esta segunda ocasión electoral en menos de un año falta una comunicación capaz de:
- Explicar algo que sirva para unir a los electores en un proyecto compartible.
- Renunciar al mensaje simple y negativo del odio, el revanchismo, el desprecio y el miedo al adversario.
- Transmitir, hasta compartir, la convicción de que la limpieza y la virtud sí están en la agenda.
- Levantar a casi todos: que nadie quite el hombro, porque España sea cosa propia.
Aparentemente ese líder lector de Juego de Tronos y su equipo han construido la más eficiente tarea, la estrategia de comunicación más incisiva – un proyecto percé, perforador como punta de lanza – capaz de abrir una brecha por la que sangrar votos al partido que se los disputa en el mismo segmento de electores. Al autoproclamarse “socialdemócrata” la candidatura de Unidos Podemos estableció claramente su propósito.
¡Ojo!: es un propósito sólo comunicativo, nunca político. A mi “izquierda el abismo” proclamaba en 1980 un Alfonso Guerra, como eslogan para señalar la hegemonía frente al comunismo. Ahora el temor es desde la otra vertiente, y a Pedro Sánchez, a quien le cuesta decir “a mi derecha la derecha”, le ha surgido un hablador hábil que le disputa el espacio.
Sólo con herramientas de comunicación – sonrisa, discurso blando, la Sexta, Twitter – Pablo Iglesias, sin decoro, sin despeinar su bolivarismo y con un acallado partido comunista de copiloto, le enciende el intermitente, para adelantarle… por la derecha. No es de extrañar la irritación de conspicuos miembros del genuino socialismo, ni la desorientación nerviosa de los responsable de campaña de Pedro Sánchez.
El líder socialista experimenta en sus carnes políticas una rotunda verdad comunicativa: es difícil comunicar lo obvio. Y en este caso, más difícil sabiendo, como decimos más arriba, que la palabra socialdemocracia ha sido manipulada para ocultar bajo su lana blanca las crueles entrañas del enfrentamiento entre clases, las indignas medidas de la Venezuela hambrienta, y los propósitos políticos de acabar con la disidencia y las libertades, entre ellas la de información. Sí, claro, también las de esa emisora de televisión y su cadena matriz.
¿Y la clase media? Embebida en horas de programas de televisión, en risitas con emoticonos de Whatsapp o en detritus de ciento cuarenta caracteres a la clase media le cuesta pensar que existe un bien común que le corresponde gestionar, en poco, en mediano, en mucho. O en todo.
Es un esfuerzo que ningún líder alivia con una idea cohesionada de España y un mensaje unificador.
No hay qué, porque no se comunica un para qué. Y más de uno votará a Mariano Rajoy con la nariz tapada. Y más de una a Alberto Rivera, porque éste ya ha dejado un solo mensaje claro, que él no es Rajoy.
La comunicación de los partidos que la cortejan no hace mucha mella, bien porque la confianza no es algo que se exige sino que se inspira, bien porque no hay mensaje al que no le siga uno opuesto del mismo emisor. El elefante sestea al sol de Serrano.
Ya no hay tiempo. Ya sólo queda volver a ser pragmático e idealista a la vez como cuando Henry Kissinger señalaba: “bienaventuradas las personas cuyos líderes son capaces de mirar sin pestañear a los ojos del destino, sin pretender jugar a ser Dios”.
Qué Él nos coja confesados.
Idea fuente: La política tiene un relato para el bien común, que se escribe con el voto, con la tinta de liderazgos nobles, posibles y ambiciosos.
Música que escucho: When I’m Gone Simple Plan (2008).
José Ángel Domínguez Calatayud