That we don’t talk anymore
We don’t talk anymore
We don’t talk anymore
Like we used to do
We don’t love anymore
What was all of it for?
(We Don’t Talk Anymore, Charlie Puth)
El número de The New Yorker que abrirá el año 2017 traerá a la portada un nuevo dibujo (cartoon) de Adrian Tomine, su ilustrador desde 1999. La mirada de Tomine ha recogido y sus lápices han coloreado desde entonces estampas de la vida y las gentes de Brooklyn y de toda la Gran Manzana.
Desde nuestro mundo europeo Nueva York tiene el atractivo de una ciudad imperial de otra época. Sus imágenes se nos han hecho familiares por las películas, las series televisivas, los noticieros, la moda, las fotografías y las leyendas de los que allí viajaron y volvieron para contárnoslo. Y todo nos es próximo.
En este número del año nuevo, Tomine muestra a una pareja en el Puente de Brooklyn; él, un joven de color cierra un candado; ella, mientras reprime un gesto de emoción con su mano derecha, posa la izquierda sobre el hombro de su amante: es un candado del amor. Un candado cerrado junto a otros muchos; la llave se tira significando que nadie podrá romper su unión que se hará eterna…
Nadie rompe el candado… salvo un operario municipal, que cerca y detrás de ellos, equipado con cortafríos, papelera y cara de malas pulgas va segando los candados de amor, por orden municipal.
El propio autor del dibujo dice en un artículo editorial que en su juventud se habría identificado con los dos jóvenes, pero que ahora, convertido en una papá limpiador con dos hijos pequeños, se inclina más a comprender la actitud del empleado municipal, que sólo da cumplimiento a un mandato, ya que esa actividad romántica está prohibida – como muestra una señal que aparece en una foto posterior – y sancionada con una multa de 100 dólares.
El amor para siempre es difícil de comprender para muchos. Para otros un quimera. La fidelidad declarada, pública y testimoniada es una afrenta para una sociedad de la ruptura, de la comunicación abrupta y el abrupto fundido en negro. Lo efímero quiere imponerse sobre lo arraigado. Lo instantáneo sobre lo duradero, aunque se les llena la boca con el vocablo “sostenible”. De todos modos en ese framework de lo superficial, al menos es coherente que se persiga la promesa de durabilidad en la fidelidad.
Desde luego 100 dólares de multa es una amenaza que asusta hasta disuadir a jóvenes sin recursos. O quizás no. Pocas cosas son más atrayentes que el amor prohibido y una de ellas es la prohibición del amor.
Debo reconocer que me gusta la limpieza en mi ciudad (y en las otras). La suciedad en el patrimonio común y las pintadas en el mobiliario urbano me parecen poco civilizadas. Y no veo que se multen eficazmente. Y sin embargo en toda Europa y también en Estados Unidos ven con malos ojos estos candados de amor – love lock o love padlock – por motivos de preservación de puentes monumentales y otros emplazamientos de interés turísticos.
Según leo en Wikipedia, y frente a lo que se piensa, la costumbre no es parisina sino serbia y nacida hace un siglo: “la historia de los candados de amor se remonta a un melancólico cuento serbio de la Primer Guerra Mundial, con una mención al puente Ljubavi (lit. «El Puente del Amor») en el pueblo balneario de Vrnjačka Banja.
Una maestra de escuela llamada Nada, que era de Vrnjačka Banja, se enamoró de un oficial serbio llamado Relja. Después de comprometerse, Relja tuvo que ir a la guerra en Grecia, donde se enamoró de una mujer de Corfú. Como consecuencia, Relja y Nada rompieron su compromiso. Nada nunca se recuperó de ese golpe devastador, y después de un tiempo, ella murió debido a que le rompieron el corazón.
Como las jóvenes mujeres de Vrnjačka Banja querían proteger sus propios amores, empezaron a escribir sus nombres, con los nombres de sus seres queridos, en candados y los colocaron en el puente en donde Nada y Relja solían encontrarse·”.
Otros puentes del amor se esparcen por el mundo con infinidad de candados abrazados a sus barrotes:
París: Pont des Arts; Pasarelle Léopold Sédar Senghor y Pont de l’Archêveché.
Alemania: Hohenzollernbrücke en Colonia; Kettenbrücke en Bamberg.
Australia: en la cerca con vistas al Hume Dam, no lejos de la presa en la frontera con Nueva Gales del Sur. Puente en Camberra (retirados en 2015).
Canadá: Wild Pacific Trail; Humber Bay Bridge en Toronto (retirados en 2011; tres semanas después apareció uno de plata con la inscripción “Nadia Je t’aime beaucoup”).
Italia: Ponte Vechio (Florencia); Retirados 5.500 lucchetti d’amore y la multa ahora es de 160 euros.
Irlanda: Ha’penny Bridge, (Dublín, sobre River Liffey); retirados en 2012.
Estados Unidos: Copia a escala ½ de Torre Eiffel del Hotel Paris Las Vegas (Las Vegas); Belltine of Ralph McGill (Atlanta Georgia).
Uruguay: Fuente en la Avenida 18 de julio de Montivideo.
Adrian Tomine dice que el sentimiento de interior aceptación de la señal de prohibición del candado del amor “eso es lo que me hizo darme cuenta de que he envejecido”.
No sé; no sé. A lo mejor la juventud renace en el perenne candado del amor renovado cada mañana. Háblale. Y sobre todo escúchale queriendo quererle hoy.
Idea fuente: el candado del amor como símbolo del fidelidad en The New Yorker
Música que escucho: We Don’t Talk Anymore Charlie Puth (feat. Selena Gómez) (2016)
José Ángel Domínguez Calatayud