Rain and tears, in the sun
But in your heart
You feel the rainbow waves
(Rain and tears
Aphrodite’s Child)
El pueblo de Matrixstream es una típica aldea de la ribera del Támesis situada en algún lugar entre Oxford y Reading. Si usted desea escribir un libro de prodigios le recomiendo pasar unos meses entre los paisanos de Matrixstream, comprar antigüedades al aire libre en Trail Street o hacer la cuenta atrás de fin de año en Sungate Square. Todo es inspiración, afecto y magia.
Las guías turísticas alientan a disfrutar de la castiza alegría de los aborígenes que cuentan chistes, sacan punta a todo y critican con agudeza a los gobernantes. Nada más matrixstreameño que el chisme, el conciliábulo y la conspiración…siempre de salón, of course.
También, o quizás principalmente, los habitantes más deportivos de Matrixstream juegan al golf en uno de sus dos campos Country House Golf Club y Iron Gate Golf Club. Pero, claro, esto a nadie extraña: estamos en Inglaterra no en España.
Como cada mes de diciembre, Ian B. Ainsworth se encaminó al Ayuntamiento para presentar su solicitud de “Instalación de un Belén de tamaño natural en el arco oriental del Ayuntamiento”.
Hacía un frío soportable cuando se acercó a la fachada, de cuyo balcón principal, debajo de la bandera y del escudo del pueblo, colgaba una gran pancarta con sólo dos palabras “REFUGEES WELCOME”; era expresión de amable acogida del huido que sufre. Ian en su corazón se adhería a la propuesta, aunque no sabía como se gestionaba eso.
Una vez dentro de edificio, cuando se dirigía con sus documentos al Registro General, se cruzó con el alcalde Vernon Sphere. Era éste un político del sedicente sector innovador progresista que se había hecho con el sillón municipal explotando con habilidad dos debilidades: una del pueblo de Matrixstream y otra suya propia. La suya era la ceguera absoluta: no veía por ninguno de sus ojos y se hacía acompañar de su fiel compañero y servidor, el fornido Thomas Blank: era una imagen que inspiraba ternura y confianza.
La otra debilidad que explotó Vernon Sphere en la campaña electoral era la indignación popular por las medidas gubernamentales económicas que habían empobrecido a unos y fragilizado la economía local: dos empresas habían cerrado y los productos electrónicos de la principal fábrica estaban pasando por un bache de comercialización.
Paro, reducción de libras disponibles en los hogares y algo de emigración a Londres dibujaban un panorama ideal para derramar propuesta imposibles envueltas en una indefinida sed de venganza.
Ian se acercó al alcalde y le saludó.
.- ¡Feliz Navidad!, Vernon.
.- Feliz Solsticio, Ian – respondió el alcalde que era no ya escéptico, sino directamente anticristiano como el personaje ateo, Mr. Turnbull descrito por Chesterton en “La esfera y la cruz”.
Ian, sin el menor gesto de desagrado invitó al alcalde a una cerveza al terminar la jornada.
.- Tendrá que ser otro día, Mr. Ainsworth – respondió en un tono más oficial -: hoy tenemos reunión con un largo orden del día.
.- Pues, hasta otra, Mr. Mayor.
Ian dejó registrada su solicitud, llamó al organizador del Belén para confirmárselo y se fue a su trabajo. Hoy terminaría antes, pues los viernes se iba con un sándwich al campo de golf a jugarse un pinta con sus amigos.
Le gustaba la Navidad, le gustaba cómo se trataba mejor la gente en esas fechas; y los regalos, y los villancicos. Recordaba ahora el emocionante Carols Concert al que asistió en Cambridge en el que vibraron él y su entonces novia Fiona con las voces del Kings College.
Él mismo situaba en aquella velada su vocación de entrega a Dios en el matrimonio con Fiona cuando ambos en silencio escuchaban Silent Night.
Especial, sí especial se sentía Ian cuando había terminado su partido y había ganado: 3 bajo par en el Iron Gate no era mal resultado. De hecho era el mejor resultado del conjunto de cuatro partidos que componían su grupo de los viernes. Festejaban brindando, cantando y haciendo risas entorno de unas cuantas cervezas. Sí hacía tiempo que no era tan dichoso. Pero una sorpresa escondía su teléfono móvil olvidado en su viejo Jaguar…
Cuando, ya de noche se puso al volante, abrió de modo automático el móvil. Había diez llamadas perdidas, ocho de ellas de John Graves. Y dos mensajes, uno de Fiona preguntando la hora la que llegaría a casa, y otro del propio John: “llámame asap”.
Aún sin arrancar habló con Fiona para decirle que iba de camino. Luego marcó el número de John Graves.
.- ¿Qué pasa, colega? – saludó jovial.
.- Veo que no te has enterado, Ian – el acento de pesar de John se podía casi tocar -. Vernon ha hecho otra cacicada.
.- ¿Qué? – preguntó Ian
.- El del “welcome refugees” ha “desahuciado” a María, a José, a Baltasar, a Melchor a los pastores y al mismo Dios: no tendremos Belén.
.- ¡Buff!, no puede, el pueblo quiere el Belén en el Ayuntamiento. Y justo este año, tú lo sabes John, la recaudación de los villancicos va para ayudar al asilo. No puede…
.- Pues si debe poder. Me ha llamado el tory Barry Smith y me ha leído parte de la resolución. Dice una sarta de lugares comunes como que se rechaza para evitar – textual – “que los cristianos monopolicen unas fiestas que son de todo el pueblo” y sigo, Ian, para que “en unas fiestas inclusivas, no se sientan marginados los inmigrantes de otras culturas”.
.- ¡Si en todo Matrixstream no hay un solo musulmán, ni judío, ni siquiera budista! – grito Ian; luego más calmado añadió – Nos vemos mañana por la mañana, John, y ya se nos ocurrirá una solución.
En la reunión de la mañana unas veinte personas, las que colaboraban en la puesta del Belén, se reunieron en casa de Ian. Se debatieron iniciativas más o menos reivindicativas.
Finalmente, Ian preguntó.
.- ¿En el Reino Unido el derecho de manifestación y la libertad de expresión son conquistas centenarias sí o no? ¿qué os parece si montamos un Belén viviente en la puerta del Ayuntamiento?
Se hizo el silencio. Luego, poco a poco se elevaron preguntas como la duración o cómo conseguir los trajes y otros elementos. Pero todos se mostraron conformes.
Finalmente, al caer en sábado la Nochebuena, estuvieron de acuerdo en hacerlo durante el weekend, lo que respetaba los horarios de todos, permitía hacer turnos y daba tiempo para confeccionar los trajes.
A mediodía Ian tuvo una conversación con Barry, médico oculista y líder de la oposición. Hablaron de sus cosas y el joven político, a su vez, le dio detalles de la decisión anti-Belén.
Desde el mediodía de aquel viernes todo el pueblo empezó a pasar por el Portal Viviente del Arco del Ayuntamiento en Village Square. También crecían los donativos.
El turno de tarde-noche del sábado se lo reservó para sí Ian. Y allí estuvo. Oscureció pronto. Las visitas al Belén disminuían poco a poco. El frío se acentuaban y Ian empezó a sentirse mal. Muy mal. Se estaba congelando. Margaret, la panadera, que hacía de Virgen María, corrió en busca de mantas y algo de ponche caliente; mientras, dejó el Niño –un muñeco grande vestido con pañales – en brazos de Ian-San José.
Sonaba la última campana de la medianoche cuando nuestro amigo murió literalmente de frío en el portal. Él mismo con sus últimas fuerzas llevó las manos a los ojos y las dejó allí como protegiéndolos.
A la mañana siguiente el impacto de la muerte de Ian había dejado a los pobladores de Matrixstream más helados aún que el temporal de hielo.
.- No vayas a echarme la culpa de la muerte de ese fanático – se apresuró a decir Vernon Sphere en cuanto Barry entró en el despacho del Mayor.
.- No hay culpa, Vernon, no hay culpa- le tranquilizó un sereno líder de la oposición.
.- ¿Y eso? – preguntó un desconfiado alcalde.
.- Voy a leerte el documento, declaración de última voluntad por la que Ian B. Ainsworth dona sus órganos al hospital…y tiene algo para ti.
Barry leyó el documento oficial con la parsimonia de un abogado y cuando leyó “dono mis ojos para que, si es posible, recupere la vista nuestro conciudadano Vernon Sphere”, el propio alcalde, su fiel escudero Thomas Blank y la secretaria presente no pudieron evitar que la emoción se apoderara de ellos. Y lloraron.
Cuando se calmaron el propio Barry dijo con una voz cálida y llena de fortaleza.
.- Te he dicho, Vernon, que no hay culpa. Y es verdad. Pero sí hay, sí debe haber responsabilidad. Ian vino a verme ayer para decirme que le quedaba poco de vida. Añadió que sentía ardiente el deber de hacer algo por su Dios y por sus amigos. Y ahí te incluyó a ti.
.- No sé por qué…, Barry – suspiró el alcalde.
.- Me dijo que aprendió de ti lo que es un caballero en el juego… Y pensaba que eso le había hecho mirar más atento a las necesidades de los demás, a sus aspiraciones y a sus sueños de eternidad. – terminó el doctor.
.- Pues ahora – pronunció el alcalde con emoción –, él nos ha dado la mayor lección.
.- …Aprendida del Niño que tú no has dejado que sea venerado –matizó Barry.
.- Ya. Pues te propongo acordar en el próximo pleno que se otorgue la ciudadanía de Matrixstream a ese Niño, a María y a José – solemnizó Vernon.
.- Y la ciudadanía honoraria a Melchor, Gaspar y Baltasar – terció Thomas Blank.
.- Y a los pastores palestinos – se atrevió Margaret.
Por la calle pasaban unos niños cantando:
Joy to the world! The Lord is come.
Let earth receive her King;
Let every heart prepare Him room.
Cerca del Támesis, en algún lugar entre Oxford y Reading, una estrella dejó caer una lágrima. ¿O era lluvia de aquella nube? Rain and tears are the same.
Idea fuente: Prohibición del Nacimiento que tradicionalmente se pone en la Plaza de la Villa, delante del Ayuntamiento de Madrid
Música que escucho: Rain and tears are the same, Aphrodite’s Child (1968)
José Ángel Domínguez Calatayud