Estaba con un grupo de matrimonios charlando durante un cóctel después de una entrega de premios. La conversación surgía espontánea, alegre y divertida.
No recuerdo a propósito de qué, quizás de algo que servían en ese momento, la mujer de uno de ellos que es farmacéutico dijo que aquello sólo aportaba calorías vacías. Reconozco que no estaba familiarizado con el término.
Pero la expresión me resultó atractiva. Luego he sabido que las calorías vacías las proporcionan los “alimentos que contienen una elevada densidad energética pero mala calidad nutricional. En este caso, hablamos de alimentos hipercalóricos, los cuales no aportan más que energía en forma de azúcar o grasa, normalmente saturada”.
“A estas calorías se les llama ‘vacías’ porque no van acompañadas de más nutrientes importantes”. Están en el origen de la obesidad y de algunas enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer. “La inclusión excesiva de grasas en la dieta, sobre todo saturadas, es otra forma de que se aumente el aporte de calorías vacías”.
¿No hay algo de esto en nuestra comunicación? No en toda. Pero hay una parte que padece obesidad mórbida a base de mensajes con cero nutrientes. Vemos redes, medios y tertulias de dieta notablemente desequilibradas.
La buena noticia es que la palabra, la imagen, el sonido y las artes, junto a la meditación pueden aportar nutrientes culturales y espirituales.
¿Qué es nutrir? “Aumentar la sustancia del cuerpo animal o vegetal por medio del alimento”. Pero el DRAE añade una segunda acepción a la anterior: “Aumentar o dar nuevas fuerzas en cualquier línea, especialmente en lo moral”.
Por medio de la comunicación nuestro cerebro recibe impactos que metaboliza para comprender el mundo y para comprendernos a nosotros mismos.
Hay libros, artículos, conversaciones y películas en las que podemos concluir satisfechos que alimentan nuestra mente, o la de quienes nos acompañan: cuando terminamos con ellos tenemos más sustancia.
Pero también, parándonos un poco, distinguimos mensajes, discursos y exhibiciones que, aunque engorden nuestros sentimientos, parezcan enriquecer nuestro vocabulario o “actualizar” el pensamiento, en realidad dejan un rastro de vacío. O el vacío mismo.
Observo ese efecto de calorías vacías en:
- no pocas tonterías repetidas por grupos de Whatsapp
- casi todos los mensajes que, llegando a ser trend topic en Twitter, han engordado porque vuelcan toneladas de odio tóxico contra personas e instituciones valiosas
- las etiquetas de las doctrinas oficiales de lo políticamente correcto y su gestión autorreferencial.
- el magreo de los sentimientos para extender la indignación, vulgo populismo.
Una dieta para la inteligencia y para la moral tendría que apartarse de esos brebajes tóxicos pseudoculturales y cultivar una dimensión superior de la comunicación. El supermercado de lo saludable para el espíritu ofrece variedad y cantidad de alimentos asequibles a los diferentes niveles de formación.
No tiene por qué ser un libro de poesía, aunque también. Con libertad y un poco de dedicación es posible encontrar perfiles de Twitter, firmas de prensa, novelas, series y películas que aportan nutrientes al alma y buen ánimo para seguir el camino.
Sí, es posible y parece aconsejable.
Idea fuente: detectando calorías vacías en la comunicación
Música que escucho: “I’ve Gotta a Message to You», Bee Gees (1968)
José Ángel Domínguez Calatayud