En el muro de la calle me sorprendió este dibujo a lo Banksy. No tenía, quizás la fuerza expresiva de los que vi en Jerusalén pintados por el famoso artista de las paredes.

Me atrajo por lo bien, esquemáticamente bien diría, que plasma una realidad de la juventud y por su referencia a la comunicación. O incomunicación.
Luego estaba el texto: “Dame un like: tengo 300 folowers que alimentar”.
Es sugerente, descriptivo de tantas actitudes. No sólo de la juventud. También el que escribe quiere ser leído. El que pinta que se contemple su obra. Hacer es hacer para alguien. No sé si hay algún artista que trabaje sólo para él. A lo mejor en algún cuento de Giovanni Papini.
Pero quien hizo esa obra no pide “likes” para sí mismo. El autor que firma en la parte superior es TESCER, (@tescer52 en Twitter y en Instagram, según he podido averiguar). Y tira de fino humor crítico.
El se define como “Street artist” y lanza sus mensajes para invitar a vivir cada uno su propia vida. Por eso suena a sarcasmo el “dame un like”. Tescer tiene otra manera de incitar a la reflexión: deja cartas de la baraja por distintos lugares – ahora andaba por Berlín – en cuyo reverso rojo escribe con rotulador negro su aforismo. Naipes para pensártelo.

Es un contrapeso a aquel pensamiento de Arthur Schopenhauer en “El arte de tener siempre razón y otros ensayos”. Decía el filósofo alemán: “Al no tener ideas que intercambiar, los hombres intercambian naipes buscando arrebatarse los florines. ¡Oh, mísera humanidad!”
Faltan líderes, se oye decir. Es verdad, como es verdad que los que se presentan como tales son en muchos casos tipos que no conocen siquiera qué es el Hombre. Pero lo que mejoraría esta carencia es intercambiar ideas, compartir ideales y disfrutar en la búsqueda del bien común. Finalmente, no poner como prioridades lo que son posteridades: ser buena persona es prioritario a ser popular. No pocas veces es incluso opuesto.
El chico de la pintura que fotografié en el chaflán de las calles Ramón Carande con Dr. Pedro de Castro de Sevilla nos deja pensando en las prioridades personales. La de él concatena una secuencia repetida en otros congéneres que acaban en el psiquiatra.
Huyendo de la soledad el joven se ha hecho un perfil en una red social. Instragram es la que prima. Por esa red social transmite lo que hace, lo que le gusta, lo que odia… lo que ama.
Esa transmisión es por naturaleza transitiva: busca un efecto más allá del objeto. En general se busca, como ha pasado siempre, ser acogido en el grupo y esa falta de respuesta de su entorno puede acabar en trastorno.
FOMO (Fear Of Missing Out), o Mofobia, es el nombre de un mal provocado por el miedo a ser marginado de las relaciones en redes de los otros, principalmente en Internet. Quien lo sufre va dando vueltas a un sentimiento de que se organizan fiestas o encuentros sin contar con él y se los perderá y, más grave, queda él como un perdedor. Navegante perdido. Marino errante y solitario de los mares de Internet.

Para quienes preferimos la intimidad de un susurro al teléfono o delante de un café caliente mirando los ojos, nos parece con frecuencia una exhibición desorbitada la de las redes sociales.
La buena noticia es que aquel mal se puede tratar. Y se puede prevenir con el hábito de hablar, de escuchar, de mirar más al otro que a uno mismo. La felicidad que buscas no está en ti, está en sus manos y en su cara.

Idea fuente: la comunicación de un chico solitario
Música que escucho: Ma solitude, Georges Moustaki (1969)
José Ángel Domínguez Calatayud