.- Es una estrella, ¡como yo!- ha dicho la camarera con un gesto teatral al servirnos dos capuccinos.
He tenido una conversación larga, pausada y amigable esta tarde. Mi interlocutor era un joven de 32 años (hoy se es joven a la misma edad que un protagonista de Agatha Christie era un “caballero maduro”).
Mi joven acompañante fundó una empresa en plena crisis. Es consultor, facilitador e impulsor de lo que se dado en llamar en inglés “soft skills”.
Para los que no estén familiarizados con esas palabras que se pueden traducir como “habilidades blandas”, copio una cita de un texto del BBVA: “el término hace referencia a las competencias sociales que sólo se adquieren en la vida diaria y que permiten a las personas integrarse con éxito en los ambientes laborales”.

Les ahorro hablar de sus oponentes, las hard skills, capacidades duras que básicamente está contenidas en tantos curricula: títulos, másters, etc.
Ni a mi compañero de café ni a mí nos llena el concepto soft skills: No sólo porque recluye en la debilidad competencias que hoy tienen- ¡oh paradoja! – las personas líderes, sino porque terminarán por dar sana y perdurable vida a un mundo light, reblandecido.
Hemos coincidido que esas soft skills tienen la estructura molecular del Humanismo. Hablar, por tanto, de capacidades humanísticas es más aproximado para definir potenciales como la empatía; la inserción efectiva y afectiva en el propio equipo; el trato asertivo donde se sabe conjugar igualdad esencial con disparidad de funciones; la cortesía; la valentía para aceptar la responsabilidad personal consecuente con la libertad personal; la creatividad en vez del conformismo; la defensa del débil, la amable exigencia al fuerte para que aporte un don que para él es deuda. Y la comunicación de empresa que nace en el cerebro del fundador y debe permanecer íntegra en la dirección toda la vida.
No sé cuántos ingenieros necesita Europa; ni cuántos abogados, amas de casa, fontaneros, profesoras, militares, farmacéuticas o investigadores del genoma humano.

Pero es fácil llegar a un acuerdo acerca de que la sostenibilidad del planeta y todos los avances técnicos reposan en las fortalezas que sus protagonistas – todos nosotros – tengamos en lo netamente humano. El peligro está en que esas habilidades acaben siendo competencias obvias obviadas. Descartarlas es marginar lo humano. Y el Hombre es el encargado de velar por la Naturaleza, siendo él mismo Naturaleza.
Si los hombres se dedican a la búsqueda de la sola productividad y la riqueza ocurrirá lo inesperado: “Esperemos que no encuentren demasiado oro, porque el día que seamos todos los mortales de la tierra millonarios, la humanidad será más pobre que nunca” (“Ensayos del otro mundo”, Ramón J. Sénder, DESTINO, 1970).
Han salido más temas pero éste se me ha quedado para escribir, grabado como el artístico dibujo que flotaba sobre la espuma de mi capuccino.
.- Es una estrella: ¡cómo yo! – ha dicho la camarera con un gesto teatral.
.- ¿Estrella es su oficio o es el nombre? – he preguntado riendo.
.- Jajaja – rió ella – No, me llamo María Auxiliadora.

La risa amable, oportuna y compartida sí que es una habilidad humana que nos hace fuerte.
La prefiero a muchas cosas. Me acompañó mucho. Y nos hizo fuertes cuando los días eran lluviosos por fuera, difíciles por dentro. La amistad entrañable acompañaba esas risas y sus silencios. Eran tiempos en que los que ahora son amigos del alma tenían puesta la mirada del corazón en proyectos inmensos.
Nos equivocamos si pensamos que bastan habilidades duras para llegar hasta el final. Las personas, tú y yo, estamos más definidos por las metas que nos propusimos alcanzar y lo vivido en ese afán que por llegar hasta allí.
Me quedo con el capuccino compartido, con la charla, con la risa de María Auxiliadora mientras trabaja bien. Me quedo con los sueños que persigo hoy y que mañana compartiré. Lo demás son pamplinas caducas si no tienen alma.
El abrazo de despedida fue siempre un hasta la próxima aventura de cualquier día.
Idea fuente: las habilidades que nos hacen fuertes a nosotros y a los otros
Música que escucho: Right Here Waiting, Richard Marx (1989)
José Ángel Domínguez Calatayud