Historias, estrellas y Comunicación visual

Benjamin Lee se ha tomado interés por lo que funciona en las pantallas más prestigiosas. Ha escrito un artículo («What Netflix’s biggest reveal tells us about what works and what doesn’t«, The Guardian, 22/10/2109) en el que se hace eco de las primeras revelaciones sobre lo que funciona  en  Netflix. El gigante del streaming, a diferencia de la TV y las plataformas de emisión, no acostumbraba a desvelar sus audiencias.

Era pues difícil para los demás conocer lo que los públicos devoran y a qué dan la espalda.

Ahora, casi con cuenta gotas según el rotativo inglés, empiezan a conocerse algunas razones de éxito en visualizaciones de Netflix porque ella misma lo deja caer como si fuera una autopromoción.

Fotograma de Rain Man

Para los que están en esa onda el artículo extenso les puede ser muy ilustrativo. Para el resto de los mortales copio un párrafo porque me parece que es sintomático de nuestro momento en lo audiovisual.

“Si uno examinara las 10 mejores películas lanzadas en cines durante el último año, el extremo superior, si no la lista completa, estaría dominado por franquicias, secuelas y otras que no necesariamente dependen de los nombres involucrados. Pero en Netflix, – reflexiona Benjamin Lee–  una alternativa subdesarrollada al multiplex, las películas más grandes se parecen más a los éxitos de taquilla de finales de los 80 y principios de los 90 cuando el atractivo de las estrellas fue priorizado sobre el espectáculo, un período que vio a Rain Man, Fatal Attraction, Ghost y Three Men y Baby win Big”.

Eso sí funciona. Le ha funcionado, también en The Crown y iniciativas parecidas. El verbo “funcionar” se emplea en el gremio como éxito efectivo. No sólo eficiente (buena proporcionalidad entre recursos aportados y beneficios); tampoco sólo eficaz (produce los resultados proyectados). Efectivo es todo eso y  algo más. Y algo mejor.

Fotograma de The Crown

Un conjunto de acciones  – eso es una serie – es efectiva (funciona), cuando además de ser rentable y captar un público, contiene dentro de sí – en su propio ser – la capacidad de seguir dando eso beneficios de manera durable; de seguir manteniendo sus adeptos y aún ganar nuevos; y todo eso dejando un rastro de buenos frutos profesionales  y éticos. Y la semilla de nuevas e inspiradoras narraciones visuales.

Comunicar es compartir. Y cabe compartir miseria, perversión y chapuzas. Pero lo efectivo, lo que proyecta en comunicación (escrita, escuchada o visionada) es compartir deseo de nobleza, altruismo, consideración de lo excelente como algo apetecible. El mundo de las series corre un riesgo de sublimación de la imagen (cuando no de esclavitud mental) si no se abre al valor de mostrar lo bueno, lo bello y lo humano. Mario Vargas Llosa, en una entrevista reciente («Mario Vargas Llosa, ABC Cultural 19/10/19) alertaba del peligro de la dilución del pensamiento incisivo: “ese elemento crítico en los ciudadanos, que es tan importante en una sociedad libre, se puede perder si las imágenes suplantan completamente a las ideas”.

Volver a las ideas, a las historias y a las estrellas en la línea de Netflix significa para cada uno revivir, no sólo conservar, palabras cargadas de sentido; oír canciones que nos hablan de cuando lo dimos todo sin preguntar si seríamos correspondidos; mirar a las estrellas más que al asfalto; apretar la mano amiga con más seguridad que a la cartera; percibir en la piel ya distante lo que anterior fue a la misma piel; recrear, aunque sea ajustando los pernos a la fuerzas que nos quedan, los quereres más nobles.

Habitábamos estrellas e historias imborrables

Las estrellas y las historias con valores de siempre – no sólo los relatos – pueden abrirse camino. Lo harán, paso a paso, en las pantallas. Es cuestión de ingenio. De genio. Todos los mares están abiertos para los valientes, los audaces, los prácticos de los imposibles, los enamorados.

Detrás de Netflix vendrán otros. Circunnavegarán los sueños: porque no es posible olvidar que la tierra además de redonda es el lugar donde las estrellas miran para aprender humanidad. Los sueños están hechos de fragmentos de recuerdos y hubo un día que habitábamos estrellas e historias imborrables.

Idea fuente: las historias para públicos sagaces y mentes penetrantes

Música que escucho: Layla, Eric Clapton (1970)

José Ángel Domínguez Calatayud

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