¿No hay límites? Vayamos

“Soy un hombre muy feliz por haber podido correr en menos de dos horas y por poder inspirar a la gente. Ningún humano tiene límites”. Quien así de contento, animado (y contundente) se expresaba era Eliud Kipchoge después de haber parado el cronómetro de la maratón en 1:59:40 horas.

Eliud Kipchoge en récord

Lo primero que hay que hacer es felicitar al keniata por la hazaña de este récord. Aunque no le vaya a ser homologado por los apoyos logísticos (cuarenta y una “liebres”) y tecnológicos (zapatillas no controladas, luz verde en el suelo desde un coche que marcaba la velocidad óptima, etc.), no cabe duda de que es algo magnífico, un esfuerzo atlético digno de aplauso.

Las declaraciones anteriormente transcritas me parecen también de gran interés. Desde luego la felicidad de este menudo hombre (59 kg para su 1,70 m. de estatura), que supera una barrera es algo para compartir con gozo y, como él dice, para “inspirar a la gente”.

Esa gente es usted, soy yo, cuando nos vemos superados. Son todos los que queremos crecer en algo y nos vemos en apuros.

En el mismo periódico que leo la noticia deportiva, me he bebido la entrevista que Jesús Álvarez (ABC Sevilla, 13/10/2019) hace a Sergio López Sanz “Haze”, cantante, rapero del muy pobre barrio de Los Pajaritos que en noviembre recogerá en la  Universidad de Sevilla el premio al mejor master de investigación de su facultad. Tema: las drogas en México.

Sabe de eso; de niño había dejado los estudios y se metió en ese mundo. Y en el del robo para sostener su pertenencia. Un mes y medio de cárcel y un cambio radical de vida en busca de ser persona.

Sergio López Sánz «Haze»

Cuando el periodista le pregunta cómo salió, la respuesta podría habérsela escrito un hombre récord de la maratón: “con mucha fuerza de voluntad y la ayuda de la familia. Yo tuve la suerte de tener una familia unida que me inculcó una serie de valores”. Él nombra a la madre a la que dedica su canción «Heroína», «por lo que le hice sufrir».

Supongo que la declaración de Kipchoge – “ningún humano tiene límites” – parece entusiasta en exceso. Pero los límites que haya, los que tengamos cada uno probablemente están un poco más lejos de lo que parece.

La voluntad y la familia pueden más porque esa es una de sus misiones.

Y con ellos la amistad que une, que es apoyo. Por la mañana, con la agenda del teléfono ante los ojos seguro que hay algún nombre que es como un metro de nuestra maratón, como un alejarse de la droga del egoísmo. Una llamada de cercanía a ese nombre no sería extraño que sea un camino hacia un récord. Al menos para esa persona será homologable en el registro de “llamadas amables que recibo”.

Un día feliz no es el día de la autoayuda, sino el de la amistad sentida en los oídos, en el tacto de la caricia, en la mirada que abraza, en el abrazo que nos atraviesa el alma, en la sonrisa que abre espacios de cariño respirable.

También más allá, donde las estrellas, hay lugar para un recuerdo azul y una plegaria sin límites en el cariño.

Photo by Wil Stewart on Unsplash

Idea fuente: ningún humano tiene límites.

Música que escucho: Stumblin’ in, Suzi Quatro (1978). Otra versión: un directo de  Chris Norman & C.C.Catch. (2013).

José Ángel Domínguez Calatayud

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