Ritmo, atención y contemplación

Me hubiera gustado quedarme más tiempo. Ver cada pieza. Sumergirme en las hazañas que la motivaron. Era una mañana festiva y ocho miembros de la familia hemos ido a la exposición El Faraón, la Imagen de Egipto que Caixa Forum exhibe en Torre Sevilla.

Entre los elementos de la exposición había algunos para pararse ante ellos y admirar la forma y bucear en el fondo. Pero la cola de espera primero y la cantidad de gente en el interior después han dejado esta profundidad para otra ocasión. Contemplar, eso era lo que quería hacer.

Se contempla lo que por su belleza o singular significado tiene capacidad para retener la atención: una puesta de sol, el fuego de la chimenea en invierno, la belleza de un rostro, la compostura evocadora de una persona, el propio ser objeto de fe o de amor.

En el mundo audiovisual puede entenderse que una película nos arrebate el corazón y conduzca la mente a quedarse contemplando la pantalla, literalmente sin quitar ojo, por la perfección de la fotografía, por la trepidación de las secuencias, el suspense de la acción o la ingeniosidad de los diálogos.

Pero no,  ya muchos no van a prestar esa calidad excelsa de atención. Nos cuenta Fiona Sturges, escritora de artes especializada en libros, música, podcasting y televisión («Netflix may have found an answer to our ‘too much to watch’ age, The Guardian 02/11/2019) que “Netflix ha estado probando una nueva característica que permite a los usuarios acelerar su visualización sin sacrificar el diálogo… lo que provocó una oleada de furia de los cineastas en las redes sociales”.

De otra parte está la queja, que la propia Fiona pone en evidencia: la producción de películas extremadamente largas; ella alude a la última película de Martin Scorsese, “El Irlandés”, que dura tres horas y media. Comenta con gracia que “a algunos de nosotros nos gusta estar en la cama antes de la medianoche”.

Fotograma de «The Irishman»

El asunto contiene polémica en varios niveles de enredo que enumero sin intención exhaustiva:

  • Sobreoferta de series: nadie puede ver todo lo que querría ver.
  • Aparición de nuevas plataformas (Apple TV+ y Disney+) con las que hay que compartir la tarta.
  • Los hábitos de consumo de audiovisual se parecen a algunos hábitos insanos de consumo gastronómico (comer rápido y en la oficina mientras hablo por Skype).
  • El cambio de referentes sobre la estética atacó a la moda con el feísmo (Ver artículo «Lo feo es bello», Lola Fernández en XL Semanal 29/09/2109) pero es virus mutante y ya inficiona el lenguaje, la música y hasta la amistad. Esto de la estética es especialmente chirriante en los diálogos hiperacelerados que hacen sonar la voces como aquellos discos de vinilo escuchados a mayor revoluciones que la programada. En dos minutos de canción puede provocar una sonrisa, pero ver una película con personajes que hablan como Pato Donald hiperventilado es seguro causa de trastornos neurolingüísticos.
  • Por último, pero más en el fondo, el artículo menciona: “los estudios han demostrado que el habla comprimida en el tiempo conduce a una disminución de la comprensión del oyente”. Comprender es compartir, por eso participar siquiera como espectador de una obra requiere algunos conocimientos básicos de las Humanidades, reclama en algunos casos entender los clásicos y siempre una capacidad de discernimiento, es decir, criterios de belleza, veracidad y bondad de las conductas.

Parece extraño consumir obras audiovisuales con desinterés real sobre el contenido, como cigarrillos, y no contemplar para entretener como descanso o, aún más excelso, para recrearse con la vista de lo digno.

ratos inspiradores

La pregunta final: ¿qué queda en la mente, en el corazón? Quedan, para quien los quiera meter en un tarro azul, ratos viendo películas inspiradoras, el rasgar de una guitarra; el tiempo – mejor tiempo – oyendo estallar las olas en el arrecife de la más bella amistad. La plegaria por quien se fue. Nos quedan los ratos del libro compartido, el compás de los tacones en la  Gran Vía al ritmo de la lluvia sobre el paraguas. La lectura de un mensaje en el autobús. Permanece la mirada admirada de lo amado a la velocidad de un universo detenido mientras abría el regalo de cumpleaños el  día…

El día se fue. También el año. Queda la contemplación.

Idea fuente: Un acelerador de la visualización vs una serena contemplación

Música que escucho: L’amitié, Françoise Hardy (1963)

José Ángel Domínguez Calatayud

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