El Brutalismo fue un movimiento arquitectónico del mismo nombre. Hijo de las teorías sociales de la década de los 50 y aún posteriores, sus impulsores, Alison y Peter Smithson principalmente, promovieron que las construcciones se vieran en la desnudez de su material bruto, sin adornos: bloques de geometría sin redondeces: hormigón y juntas se dilatación al aire. El máximo exponente del brutalismo fue Le Corbusier. Sus obras causan admiración a muchos y siempre son un reto para quien las contempla.

Escribía el otro día Miguel Ángel Robles “Brutalismo”, (ABC de Sevilla, 03/11/2019, pág. 16). El mencionado artículo no se paraba en la Arquitectura sino que metía el dedo en la llaga de comportamientos humanos, sobre todo en la política y en el mundo de la expresión pública de opiniones.
Las redes sociales son a veces una escupidera de esputos brutalistas y los mensajes que se envían – y reenvían – por Whatsapp y Twitter son en no pocos casos descarnadas muestras de brutalismo. También de animalidad suelta de instintos.
Y sin embargo, la fuerza que puede mover más que todo ello es la amabilidad, el trato educado, el gesto de espera y no devolver la bofetada ni ser correa de transmisión de lo soez.
El universo portentoso de la amabilidad tiene su núcleo de mayor energía en la ternura.
Días de andanzas por consultas y hospitales; el desayuno de trabajo con un amigo; reuniones familiares, y ese mensaje cariñoso que creo saber descifrar en mi teléfono me están haciendo redescubrir la ternura y su facilidad para dar alegría al vivir y repartir trozos de vida a otros.

He sido afortunado en esta materia por tanta muestra de ternura recibida. Confieso que he sido querido y que no se me olvida nunca.
Para ser tierno con alguien no hay que ponerse cursi y relamido. Son los ojos los que nos descubren la necesidad que ella tiene de que le mires y sonrías. O de que le cojas el teléfono. Sí, interrumpiendo lo que estés haciendo.
¿Sabes quién es el jefe en Mercadona? Copio de su página web: «El Jefe«: “El principal objetivo de Mercadona es que «El Jefe» (cliente) esté siempre satisfecho. Para ello “El Jefe” está en el centro de todas las decisiones de la empresa”.
No soy especial forofo de esa cadena de supermercados, pero les aseguro que una vez hice la prueba de que el Jefe era yo, sólo por ser cliente. Fue así: vi a una empleada hablando con otro señor; aquella persona era claramente un supervisor que daba instrucciones a la empleada. Todo muy normal.
Yo me acerqué y pregunté:
.- Señorita: ¿puede decirme dónde puedo encontrar los desodorantes?
La joven, sin pensarlo, sin añadir nada más, interrumpió la conversación, dio la espalda al supervisor y me respondió con una amable sonrisa:
.- Sí señor: los tiene usted en el segundo pasillo la derecha: los de caballero están en los estantes de la izquierda.
Lo asombroso no es tanto que me indicara la correcta dirección, sino el silencio del supervisor que no interfirió en la acción y se quedó esperando. Luego continuaron su trabajo.
Y si lo hace Mercadona, ¿por qué nosotros vamos a quedarnos en la indiferencia?
Eso es buena gestión y trato amable. Pero cerca hay algo más valioso. La ternura lleva a la ternura. La ternura ablanda el hierro, derrite el hielo, pone fuego en cenizas apagadas desde los tiempos oscurecidos.
La comunicación actual sí tiene necesidad de una verdad absoluta: la persona es el centro. Esto, lejos de restar libertad la produce. Es propio de una sociedad avanzada e ilustrada levantar vientos de ternura que extiendan la grandeza de ser hombre, de ser mujer a toda ciudad, a cada pueblo, a cada gesto: a toda la Humanidad.
Eres el mejor recipiente para esa fuerza que es el amor y que arde en la ternura de una sonrisa, de un silencio para no dar una mala respuesta, de ese principio de cada noche para calentar en el corazón los pensamientos y los sentimientos que darán luz al amanecer. Eres amanecer. Eres recipiente de ternura. Qué pena si, por tener el alma chica la dejases pudrir, hacerse mayor e inservible.

Robert Frost, poeta norteamericano, debió intuir esta necesidad cuando nos dejó su testimonio: “nunca hubo ningún corazón grande y generoso que no fuera también tierno y compasivo”.
Idea fuente: hay que ser fuerte para llenarse de ternura y repartirla.
Música que escucho: Our House, Crosby, Stills, Nash & Young (1970)
José Ángel Domínguez Calatayud