Parece que estos días iban ser de pintoras. Ayer, sin proponérmelo, pase una tarde estupenda en el Club con otra de las tres pintoras que bajo el título “Back to Painting” exponen su cuadros allí. Era Laila Halcón. Sus pinturas son flores.
Mejor sería decir que sus flores escaparon de su mente sensible a refugiarse dentro de los marcos de unos cuadros. Desde allí iluminan el salón. Ella es de ilustre familia sevillana. Generosa estirpe que no para su entrega a causas necesitadas.
Al principio había mucha gente cerca, pues se celebraba también un acto de entrega de premios. Y nos levantábamos varias veces a saludar a unos y otros. Luego amainó el flujo de gente y nos quedamos un reducido grupo que hablamos de arte, de cultura, de Magallanes…
Si a esta cabeza mía se le quedaran las cosas diría que aprendí mucho de Marcelino, del académico Juan Fernández Lacomba, de Macarena y de la propia Laila. Creo, no obstante que algo ya aprendí: el sentido de una vocación no se extingue.
Vale para la artística, pero también para la médica o la llamada a la aventuras de la vida: ingeniería, sacerdocio, enseñanza, poesía y amistad.
Eso me ha dejado hoy reflexionando un rato. Está ahí y ya está. Punto. A ella, como a la verdad no le importa que te alejes, que digas que no existe, que le eches encima ratos superficiales. Que huyas.
Al final, ya de noche hoy, revisando unas frases, me he encontrado una de Raisa Gorvachova: “la juventud es sólo un momento, pero encierra una chispa que se lleva en el corazón para siempre”.

La juventud que encendió aquella chispa te va acompañar. Será gozo, arte, libro cuando la dejes arder y prenda en los de cerca.
Idea fuente: el sentido profundo del hacer y del vivir.
Música que escucho: Operator (Thats Not The Way It Feels), Jim Croce (1972)
José Ángel Domínguez Calatayud